Cuentos para contar.

jueves, 24 de octubre de 2013

La casa que cambia de lugar (parte 3ª)

En el desierto

Le despertó el suave murmullo del viento. Se sentía descansada y eufórica. Aquella casa tenía el poder de reparar la mente y el cuerpo. Tras un nuevo baño caliente de espuma y otro suculento desayuno, abrió la puerta a la aventura de un nuevo día: ¡Estaba en pleno desierto!.
¿A donde se dirigiría?, no había más que arena contoneándose en las dunas y un intenso cielo azul que parecía sostener el sol en lo alto. Llenó una cantimplora con agua fresca y con un paraguas a modo de sombrilla, se decidió a dar un paseo. El calor era asfixiante, y las pocas ráfagas de viento no hacían más que aumentar la sensación de ahogo.
"- Bueno, aquí no hay mucho que ver" - pensó, y volvió sobre sus pasos.
Había tenido especial cuidado en no perderse, y sin embargo, ¡la casa no aparecía por ningún sitio!, ¡estaba perdida en medio del desierto!.
"-¿Y ahora qué?"- pensó - "- ¡sólo tengo un poco de agua y un paraguas!.
Se sentó desolada en la arena. Empezaba a añorar la tranquilidad de su vida anterior.
A lo lejos vio unas figuras sobre las dunas.¡ Eran camellos!, y sobre ellos, majestuosos caballeros con túnicas y turbantes que sólo dejaban entrever sus ojos negros como ascuas.
Se acercó corriendo emocionada,
-¡hola!, ¡hola!, me he perdido, ¿podéis ayudarme?.
Los jinetes se miraron sorprendidos. Empezaron a discutir entre ellos. De pronto uno de ellos desmontó y sin ninguna consideración, le agarró por la cintura y la subió al camello como si fuera un fardo, atándole los pies y las manos con una cuerda.
- ¿Pero qué hacéis?, ¡soltadme!, ¡soltadme!, - gritaba Leire.
Uno de ellos se acercó con un pañuelo, y le tapó la boca. Estaba claro que les molestaban sus gritos.
La caravana llegó hasta un campamento de tiendas de tela que se extendía al pie de una ladera. Había cabras, gallinas y niños merodeando entre las jaimas, mientras las mujeres, cubiertas con velos, se afanaban en las tareas del hogar. Llevaron a Leire a una de las tiendas y le dejaron allí como un saco patatas. Dos hombres, fusil en hombro, hacían guardia en la entrada. ¡Estaba secuestrada y maniatada en medio de la nada!.
En la tienda del jefe, había una gran excitación.
-¡Alá nos ha bendecido!, ¡la mismísima hija del jeque!, ¡nos darán todo lo que pidamos por ella!. ¡Doblar la guardia y mandar un mensajero!,¡rápido!.
Hablaba el jefe de los bandidos, que se congratulaba de su suerte.
Se trataba de un campamento de bandidos, y¡ habían confundido a Leire con la hija de un jeque!.
Mientras, un bandido entró en la tienda donde estaba Leire retenida llevando unos dátiles y leche de cabra, y La desató.
- ¡Come! - le dijo en su idioma.
Había estado esperando éste momento paciéntemente. Cerca de la tienda, algunos bandidos tocaban flautas y tambores alrededor de una fogata, y Leire, libre de sus ataduras, empezó a bailar, ante los asombrados ojos del guardián, que quedó fascinado ante su insinuante baile. Dejándose llevar por la música, salió de la tienda. Los bandidos seguían sus movimientos hipnotizados por el contoneo de su cuerpo bajo la luna llena. Y así, se fue acercando hasta el lugar donde descansaban los camellos, y con un rápido movimiento, saltó sobre uno de ellos, y arreándolo, salió al galope. Los guardianes, saliendo del trance, subieron a sus camellos, y le persiguieron mientras disparaban sus fusiles.
Leire atizaba su camello, que entre nubes de arena se perdía en la inmensidad del desierto. Miró hacia atrás, sus perseguidores, mas diestros en la monta, acortaban distancias. Al mirar de nuevo hacia delante, ¡Ahí estaba!, ¡la casa que cambia de lugar!. Saltó ágilmente del camello y entró en la casa.
Al cerrar la puerta, se encontró de nuevo en el templo de paz que tanto anhelaba.


No hay comentarios:

Publicar un comentario