Cuentos para contar.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Al cienpiés le huelen los pies

El cienpiés fue a buscar zapatos,
al cienpiés le huelen los pies,
que peste dijo el zapatero
al ponerse a medirle los pies.

Le hizo zapatos con rosas,
con lirios, romero y clavel,
lengüetas de hierbabuena,
cordones de menta y miel

Que ya no está sólo el cienpiés,
que ya no le huelen los pies,
que le han crecido las flores
en el lomo y en la piel.


viernes, 18 de septiembre de 2015

De safari en el centro comercial

A Camilo ya le dejaban ir a comprar solo el pan. Se sentía muy orgulloso por ello. Su madre, le dio un billete de 5 euros y la bolsa de tela alargada para guardar el pan. Bajó a saltos la escalera y salió a la calle. La panadería estaba 2 calles más para adelante, pero no se acordaba hacia que lado debía ir. Se volvió para preguntárselo a su madre, pero se detuvo, no quería que su madre pensaba que no se las podía arreglar solo. Miró hacia ambos lados de la calle, y se decidió por el de su izquierda. Anduvo por el medio de la calle peatonal, prestando atención a las tiendas que había a ambos lados:"Ranaparla", una tienda en la que vendían ranas parlantes;"Auto-bípedos", ponía en otra, donde se veían a través del escaparate, coches con 2 enormes piernas articuladas en vez de ruedas; otra en la que te pintaban la cara con maquillajes que cambiaban de color según tu estado de ánimo, llamada "Maquimagic";..........
A Camilo no le sonaba en absoluto ninguna de las tiendas, pero siguió andando, buscando la panadería. A unos metros, vio una tienda en cuyo escaparate había un pan de hogaza con bigote, sombrero de copa, pajarita y un bastón ¡bailando claqué!
"Aquí será", pensó, y entró cautelosamente.
Dentro, había toda clase de panes, con formas y colores dispares.
- ¡Eh chiquillo! - le dijo uno con sombrero torero y una muleta en la mano - cógeme, para hacerte el mejor bocata de jamón ibérico que jamás hayas probado.
- ¡De eso nada cuate! - le dijo otro con sombrero mejicano y una guitarra - Un buen bocadillo de pollo con chile y guacamole es lo que necesitas.
- Lo siento - respondió Camilo - Mi madre suele coger..........
- ¿Qué deseas? - le interrumpieron desde el mostrador. Entre una nube de harina, distinguió a un hombre gordo que con mirada amenazante, se sacudía las manos en su mandilón.
- Pues................quería 4 barras de pan.
- ¡4 barras de pan! - gritó el hombre - bien, bien............eso es muy genérico.............las quieres para montar, para pintar, para viajar en el tiempo,..................
- Las quería para comer..........
-¡Para comer!. ¡estás loco!, ¡maldito caníbal!, ¡fuera de mi tienda!
El hombre cogió un rodillo y saltó por encima del mostrador. Camilo corrió hacia la puerta, pero los panes se le echaron encima para detenerle. Dando golpes a diestro y siniestro, consiguió desembarazarse de ellos, en definitiva, eran sólo panes, y se alejó de la tienda sin parar de correr.

"¿Y ahora qué?  - pensó.
- ¡Eh! - escuchó de repente, pero no había nadie cerca.
- ¡Aquí abajo!
Miró al suelo, pero tampoco vio nada.
- ¡En el bolsillo hombre!
Metió la mano en el bolsillo, lo único que encontró fue el billete de 5 euros que le había dado su madre, unas monedas.
- ¡Hombre, al fin! - ¡el señor pintado en el billete era el que le hablaba!
- ¿Qué te sucede, que pones esa cara?
- Tengo que comprar 4 barras de pan, pero no se donde.
- ¡Pues en El Centro Comercial, donde sino! ¡ donde se encuentre todo!
- ¿Y donde está?, no recuerdo que haya ninguno por aquí.
-  ¿Qué donde está?, ¡estos niños de hoy están atontados con tanta televisión y tanto videojuego! Pues donde están todos, al doblar la esquina. Siempre que doblas una esquina, te encuentras un Centro Comercial, ¿Es que no lo sabías?
- Pues no. Gracias - dijo Camilo titubeando.
Se guardó el billete en el bolsillo, dobló la primera esquina que se encontró, y allí estaba : El Centro Comercial. Parecía unas ferias, donde las luces de neón parpadeaban en enormes anuncios de productos y ofertas, entre estridente música de moda.
- ¿Qué desea? - le preguntó uno de los cajeros de la entrada.
- 4 barras de pan.
- Sigue todo recto y a la derecha, al lado de la sección de jardinería.
Detrás del cajero había una gran puerta con el nombre del centro comercial grabado en lo alto: "Safari Center", en la boca abierta del dibujo de un león.
Se quedó mirando la puerta sin saber que hacer. El cajero, al ver su expresión de desconcierto se dirigió a él.
- ¿Es la primera vez?
- Si.
- Entonces te acompañaré.
El cajero se quitó la bata. Debajo llevaba unos pantalones cortos de color beige, camisa del mismo color y un chaleco con multitud de bolsillos. En la cintura llevaba un látigo enrollado. Se puso un sombrero de ala, y cogió un carro.
- Me llamo Emilio, ¿tienes tu dinero a mano?
- Si - respondió un asombrado Camilo, mostrándole el billete de 5 euros.
- Perfecto, vamos.
Abrió las puertas, y ante ellos, se extendió la inconmensurable sabana africana, bajo un ardiente sol.
- La principal norma es no sacar el dinero hasta que no encuentres el producto que quieras comprar. Recuérdalo, es lo más importante.
- De acuerdo.
Un enorme cartel les indicaba que estaban en la sección de limpieza: Varias fregonas metía  sus mochos en un charco y limpiaban las piedras colindantes; algunos palos sueltos perseguían mochos de distintos colores y formas; los sprays limpiadores con aroma de limón rociaban los troncos de los árboles para que las bayetas los pulieran hasta hacerles brillar. Camilo lo observaba todo entusiasmado.
Llegaron a la sección de jardinería. Allí, enormes sacos de tierra se afanaban en llenar cada hueco que veían. Era una hermosa sección, con decenas de flores en sus tiestos que cantaban y bailaban bajo el agua de las regaderas y chorros de abono.
- Bueno, ya estamos llegando - dijo Emilio.
Camilo comprobó que el billete de 5 euros seguía en su bolsillo, pero al sacar la mano, un par de monedas cayeron al suelo, rebotando en la pista por la que caminaban.
Al oír el ruido de las monedas, el cajero se detuvo, y se quedó muy quieto.
- ¡No te muevas!
- lo siento, al mirar si.........
- ¡Silencio!
Emilio miró a su alrededor.
- Puede que no hayan oído caer las monedas. ¡Pero las sienten!, ¡saben que están ahí!, ¡y las esperan ansiosamente!
- ¿Quienes?
- ¡Cualquier producto!, pero sólo las mejores ofertas serán las que las consigan.
A sus espaldas oyeron ruidos de motores. Se volvieron: ¡Este mes los cotacéspedes tenían un 40% de descuento!
- ¡Corre! - le dijo Emilio - yo les entretendré.
Camilo se quedó paralizado, las afiladas cuchillas de los cortacéspedes cortaban de cuajo las plantas que se cruzaban en su camino, y se acercaban peligrosamente. Entonces Emilio, con un rápìdo movimiento, sacó la etiquetadora del cinturón de su pantalón, y saltando ágilmente de una a otra, les fue imprimiendo etiquetas encima de las que llevaban puestas. Los cotacéspedes se fueron retirándose, mientras desaceleraban sus motores, hasta quedarse en ralentí.
- ¡Por poco! - suspiró Emilio.
- ¿Porqué se han detenido?
- Les he cambiado el precio por otro más alto - respondió sin darle importancia.- Bueno, ya hemos llegado.
Emilio deseó quedarse allí para siempre: Las velas de cumpleaños saltaban de tarta en tarta, mientras bollos, palmeras y cruasanes se bañaban en un lago de chocolate caliente.
Pero no era todo felicidad, al lado de las barras recién echas que se tostaban al sol, se encontraban las del día anterior, duras como huesos en un osario.
- Venga, elige las barras de pan que quiera comprar y acércate - le dijo Emilio.
Se acercó a unas baguetes poco tostadas, como le gustaban a su madre.
- Ahora saca el dinero.
Al hacerlo, varias de ellas se acercaron curiosas. Eligió las 4 más blancas, y las metió en el carro.
En la caja, Camilo le dio los 5 euros a Emilio, que le giñaron un ojo, y éste le devolvió el cambio.
- Que tenga un buen día - le dijo el cajero, enfundado ya en su bata.
-Igualmente.

Salió del centro comercial, y dobló de nuevo la esquina. Se encontró con una calle que le resultaba familiar, y 2 calles más adelante, encontró el portal de su casa..
Al entrar en casa, su madre le esperaba malhumorada.
-¡Cuanto has tardado!, ¡me tenías preocupadísima!
- Si ya........es que ya sabes, todo el mundo quiere que le compres.
Su madre le miró extrañada.
- Algún día tenemos que ir al Centro Comercial - continuó - es muy divertido.
- Está a las afueras de la ciudad, nos viene muy lejos.
-¡ Qué va, si sólo hay que doblar una esquina!
- ¡Cada día dices cosas más raras!, venga cámbiate de ropa mientras te preparo la merienda.
En la bolsa, los panes esperaban ansiosos las suculentas lonchas de chorizo.