Cuentos para contar.

viernes, 22 de agosto de 2014

El Hada de los nombres

Había un gran revuelo en el bosque: ¡El hada de los nombres iba a visitarles! Ella daba nombre a todos los seres del planeta.
Llegó a media tarde, y fue recibida por una comitiva formada por Mou, el búho sabio, Amy, el hada, La rana Berta, Tobruk, el ciervo, y la reina de las abejas.
- Es un placer recibirte en nuestro humilde bosque - le saludó Mou.
- ¡Gracias!, el placer es mío - dijo el hada de los nombres, sonriendo tímidamente. Llevaba un vestido azul, ceñido, que mostraba su esbelta figura; su largo cabello negro, contrastaba con la delicada palidez de su rostro.
Fueron a la colmena, donde las abejas le ofrecieron "dulce idriomel", exquisita bebida hecha con miel de los mejores pólenes. Mientras bebían, Amy no paraba de hacerle preguntas, que el hada de los nombres contestaba pacientemente;
- ¡Tiene que ser de lo más complicado el poner nombre a todas las cosas!
- que va, cada ser nace con un nombre, sólo hay que saber leerlo, eso es todo.
De pronto escucharon un tumulto, varios animales intentaban acercarse; las abejas soldado se lo impedían.
- ¿Qué sucede? - preguntó el hada de los nombres.
- No es nada - dijo Mou -, se trata de unos animales que no están contentos con sus nombres.
- Diles que se acerquen - le dijo el hada de los nombres.
- ¡Dejarles pasar! - gritó Mou.
El camaleón tomó la palabra:
- Hada de los nombres, ¿podrías darme otro nombre?, yo no soy una cama ni un león.
- ¡Yo tampoco tengo siempre hipo! - interrumpió el hipopótamo.
Se montó un gran jolgorio.
- ¡Tranquilos! - dijo el hada de los nombres - , vayamos uno por uno, intentaré complaceros a todos.
- ¡pues yo no quiero llamarme cocodrilo, no me gustan nada los cocos!
- ¡Ni yo papagayo, soy una mamá!
De nuevo el alboroto era ensordecedor.
Para entonces, ya había caído la noche, y la luna, bordaba la oscuridad con las sombras. De pronto, se escucharon unos silbidos, ¡y el aire se llenó de pavorosas formas, que flotaban entre los presentes! Se hizo un gran silencio.
- ¡Son fantasmas! - gritó Amy. Todos quedaron petrificados de espanto.
- ¡No os preocupéis!, dijo el hada de los nombres- , en realidad son seres que no aceptan sus nombres, y todas las noches vienen a mi para que les ponga uno nuevo.
- En ése caso yo me quedo con el mío - dijo el camaleón - no quiero convertirme en un fantasma.
- Ni yo - dijo el cocodrilo.
Y así, los animales descontentos con sus nombres, acabaron por aceptarlos, por temor a convertirse en fantasmas.
El hada de los nombres, pasó toda la noche con los fantasmas, intentando darles nombres que les complacieran. Al romper el alba, Mou y Amy, fueron a despedirla.
- Tienes que estar agotada - le dijo Amy.
- Bueno, es mi trabajo.
- por cierto, ¿cual es tu nombre?
- Mi nombre es "Poesía".
Entonces se escuchó una nota musical que llenó el bosque: Era un "sol"; y el astro rey salió por el horizonte: Era el amanecer.

viernes, 8 de agosto de 2014

El niño poesía y el heladero mágico en: "La cueva del terror."

Las proezas de nuestros superhéroes se extendieron a los cuatro vientos, y sus servicios eran requeridos allí donde la justicia y la esperanza debían ser restauradas.
Un grupo de niños se acercó a Félix, El Heladero Mágico, que vendía sus helados en el parque.
- ¡Señor! - le dijo uno de ellos.
- ¿Si hijo?, ¿quieres un helado de limón con mango?, ¿o quizás uno de menta y leche merengada?, ¡tengo todos los sabores que puedas imaginar!
 - Pues quiero uno de........
- ¡Andrés!, ¡que no hemos venido a por helados! - le dijo una niña dándole un codazo.
- ¡A si!, ¿es usted El Heladero Mágico? - preguntó el niño.
- ¡En carne y hueso!, ¿necesitas mis servicios?
- Si señor, mire.
Entre las manos, tenía un pollito delgado y con los ojos cerrados, que temblaba debilmente.
- ¿Qué le sucede? - preguntó Félix.
- Hace días que no come, está como ido - le dijo el niño.
- ¡Este es un trabajo para El Niño Poesía, y El heladero Mágico! - dijo Félix levantando el dedo índice y la mirada al cielo. Los niños aplaudieron entusiasmados. Sacó entonces el móvil, e hizo una llamada.
- ¡Niño Poesía!, ¡ tenemos trabajo!
- ¡Pero Félix, que estoy en clase! - Le respondió Asier en voz baja.
- Es un caso urgente, ven al parque en cuanto salgas.
-¡ Vale, pero la próxima vez mándame un mensaje!
- ¡De acuerdo, corto y cambio! Bueno, tendremos que esperar a mi colega. Mientras decidme todo lo que sepáis.
Los niños se arremolinaron alrededor de Félix.
- Pues el otro día - dijo el más resuelto de ellos - , el pollito salió con su madre y sus hermanos a dar un paseo por el bosque, sin alejarse mucho de la granja. al regresar, la madre se dio cuenta de que le faltaba un pollito. Puso al resto a buen recaudo, y se fue preocupada a buscarlo. Le encontró acurrucado ente unas hojas, tiritando de miedo. Desde entonces no ha probado bocado, y está como en trance el pobre.
- Llevadme donde le encontraron.
El grupo se dirigió a la granja donde vivía el pollito, y luego a una campa cercana, donde le encontró su madre. El heladero echó un vistazo alrededor, y con aire suspicaz, se acercó a unas rocas que formaban una especie de cueva poco profunda. Los niños le observaban con gran expectación. Se puso de rodillas para poder entrar, y miró dentro de ella con una pequeña linterna de bolsillo.
- Interesante - dijo rascándose la mejilla. - Traedme al pollito.
El Heladero cogió al pollito delicadamemente, y se acercó despacio a la cueva. Este, empezó a moverse inquieto, con las últimas fuerzas que le quedaban.
- ¡Vale, vale!, ¡tranquilo, ya está! - le dijo al pollito alejándose de la cueva y acariciándole tiernamente. En ése momento, apareció Asier en su bicicleta.
- He leído el mensaje que me has mandado - dijo. - ¿Es éste el pollito?
- Así es, y creo que la causa de su estado, está en ésa cueva - le dijo Félix señalándola. Los niños, fascinados, no perdían el más mínimo detalle de la situación.
- Bien Niño Poesía - dijo El Heladero mostrando al pollito - ¿Qué ves en su interior?
Rubén se concentró.
-¡Miedo!, ¡mucho miedo!, ¡pero no puedo ver la causa!
- Bueno, la habrá bloqueado hasta para si mismo. Es algo habitual - dijo Félix pensativamente.
Entonces, se acercó a la cueva, y empezó a dar vueltas alrededor de ella mientras meditaba. La expectación era máxima.
- ¿A qué hora encontraron al pollito? - dijo de pronto, dirigiéndose a los niños.
- A las 12 y media o así - dijo una niñita.
El Heladero consultó su reloj.
- Bien, faltan 10 minutos. Esperaremos.
- ¿Esperar qué? - dijo Asier.
- ¡Paciencia! - respondió Félix.
Vieron, como en la parte posterior de la cueva, había un agujero por el que poco a poco iban entrando los rayos de sol, iluminando por dentro las paredes. Los niños se asomaron al interior de la cueva, y de repente, en una de las paredes, ¡se dibujó claramente la silueta de una enorme serpiente! Los niños y Asier, se alejaron lo más rápido que pudieron. Entonces se escuchó una carcajada: Era el heladero, que sentado en la cueva les observaba divertido.
- ¡Venir! - les dijo - , no tengáis miedo.
Los niños y Asier, se acercaron dubitativos.
- Mirar - les dijo señalándoles la parte posterior de la cueva - lo que parece una serpiente, no es más que la sombra de una liana que cuelga sobre la apertura de la cueva. Cuando el sol entra por ella, se forma lo que parece la sombra de una serpiente en la pared.
Poco a poco, convencieron al pollito de que no había ninguna serpiente en la cueva, y enseguida recuperó el apetito y la alegría.

Ya en su cuartel general del parque, nuestros héroes celebraban la resolución del caso.
- ¡Un nuevo caso resuelto por El Niño poesía y El Heladero Mágico! - dijo Asier esgrimiendo un helado de grosellas.
- ¡Formamos un buen equipo!, ¡si señor! -respondió Félix cruzando su helado de nata con el de Asier, a modo de victoria.