Cuentos para contar.

martes, 31 de mayo de 2016

Nassem y las gafas mágicas (1)

El piloto del caza apretó el botón y el misil salió disparado hacia su objetivo, alcanzando el edificio de 6 plantas en el que vivía Nassem. En ése momento, se encontraba jugando en la calle, y la onda expansiva hizo que saliera por los aires, dejándole sin sentido. Menos suerte tuvieron sus padres y sus hermanos, que comían en la casa cuando cayó la bomba. Cuando despertó se encontró rodeado de escombros. Buscó a tientas sus gafas, pero solo encontró las monturas, dobladas de una forma inverosímil.

- ¡Nassem despierta, nos vamos!
El zarandeo de Abdul le llevó de nuevo hasta el albergue de la cruz roja donde dormía. Se incorporó aturdido del jergón, y buscó sus gafas. Recordó que se le habían roto en el bombardeo. Entre la niebla provocada por la miopía, comprobó que el ajetreo era considerable.
- ¿Qué pasa? - preguntó.
- ¡Se acercan los terroristas!, ¡nos llevan a otro sitio!
Estos habían traspasado las defensas de la ciudad. Los voluntarios de la Cruz Roja agrupaban a los niños para llevárselos en el carguero Niessel, rumbo a Europa.
Las calles estaban desiertas, las pocas personas con las que se cruzaban andaban apresuradas y nerviosas, se respiraba una tensa calma.
Nassem, desorientado sin sus gafas, se separó del grupo, perdiéndose entre las estrechas calles del casco antiguo. Dándose cuenta de la situación, llamó a gritos a Abdul, pero nadie respondió. Con un nudo en el estómago y el corazón martilleándole el pecho, se sentó en el suelo, apoyando la espada en una pared desconchada.
- Parece que hayas visto un fantasma - escuchó.
- Me he perdido.
Nassem intentó distinguir el rostro del que venía aquella voz.
- Ven acompáñame, tengo algo para ti, veo que has perdido tus gafas
El hombre llevaba una túnica de color carmesí y sonrisa risueña. Su cuerpo orondo se movía ágil entre las callejuelas, Nassem tenía que correr para seguirle.
Llegaron a un bazar destartalado, atestado de objetos y cachibaches; desde telas de lino hasta móviles y bebidas.
- Deben de estar por aquí -dijo el hombre mientras hurgaba entre los cajones del mostrador - ¡aquí están!
Sacó una pequeña caja de madera en las que estaban inscritas unas palabras en un antiguo dialecto árabe, y extrajo de ella unas gafas con unos cristales redondos extremadamente gruesos, engarzados en una montura dorada.
- Estas te vendrán bien, pero debes ponértelas sólo cuando aquello que veas no te guste en absoluto, y quieras verlo de la forma que tu quieras.
- Pero yo necesito gafas todo el tiempo.
- Ah bueno...........pues ponte alguna de éstas.
Abrió un cajón lleno de gafas, y Abdul se las probó hasta dar con las que le venían bien.
- ¡Venga corre, el barco está apunto de zarpar! - le apresuró el hombre.
Nassem salió corriendo. Al rato se dio cuenta que no sabía hacia donde iba, y que seguía perdido.
Entonces abrió la caja de madera que continuaba en su mano, y se puso las extrañas gafas que contenía. Nada parecía haber cambiado, cuando escuchó la sirena de un barco. Fue hacia allí, y sin saber como, se encontró en el puerto, donde distinguió la silueta del Niessem amarrado a la dársena, y a su amigo Abdul, que junto a sus compañeros, subía por la escalinata del carguero para embarcar en él.

El Niessem cruzaba las aguas del Mediterráneo con su cargamento humano. Además de los niños del orfanato, se amontonaban en sus bodegas familias enteras que huían del horror de la guerra, ayudados por la labor humanitaria de  la Cruz Roja.
Les dieron una manta, una pastilla de jabón y un plato de aluminio, y delimitaron una parte del barco de la cual no podían pasar. Comían una vez al día y se lavaban con una manguera de agua fría. Por la noche, la mayoría bajaba a la bodega para guarecerse del frescor nocturno.Nassem y abdul se quedaban en cubierta, y tapados con sus mantas, volaban entre las estrellas, lejos, muy lejos de allí.
Una noche en la que las estrellas parecían hablarles, Nessem le contó a su amigo lo que le había sucedido antes de embarcar, y le enseñó las gafas mágicas.
- ¿Porqué no las usas? - le preguntó Abdul extrañado.
- No se.............me da miedo.
- Venga, póntelas y haber que sucede.
Se las puso.
- No parece que pase nada - dijo Abdul impaciente. Nassem se encogió de hombros.
Entonces un hombre se les acercó.
- Chicos, ¿conocéis a Nassem?, Nassem Tayeb.
- Soy yo - respondió éste sorprendido.
- ¿Es tu amigo? - dijo el hombre señalando a Abdul.Nassem asintió.
- Pues seguidme.
Salieron de la zona donde se hacinaban los refugiados, y les llevó por unos estrechos pasillos hasta la cocina del barco.
- Supongo que tendréis hambre - les dijo - ¡Chang, ponles algo caliente a éstos chicos!
Chang el cocinero del barco, les calentó una sabrosa sopa de fideos con gallina.
Mientras los dos amigos daban buena cuenta de la sopa, el hombre se sentó con ellos en la mesa.
- Conozco a tu padre - le dijo a Nassem - es un gran tipo, hemos hecho buenos negocios. ¿Como anda?
- Murió.
- ¡Vaya, lo siento! ¿Está tu madre a bordo?
- También a muerto.
El hombre guardó silencio. Su aspecto era serio.
- ¡Maldita guerra! - rumió.
- Cuando terminen llévales al camarote de babor Chang. Si tenéis algún problema preguntar por mi. Soy Brat, el segundo de abordo.
Les dio unas palmadas en los hombros y se marchó.