Cuentos para contar.

viernes, 25 de enero de 2013

Las dos hojas

En un viejo roble, vivían dos hojas que eran muy amigas. Una se encontraba en la rama más alta y otra en la rama más baja. Todos los días, las hojas hablaban en "el lenguaje de las hojas", con el cual, podían hablarse sin estar juntas.
- ¡Que día tan magnífico! - le contaba la hoja que se encontraba en la rama más alta a su amiga. - desde aquí puedo ver el sol saliendo por el horizonte, las nubes como rebaños de ovejas, las águilas planeando en el cielo, las bandadas de estorninos moviéndose como olas, la luna al hacerse de noche, las estrellas iluminando el cielo , incluso algún avión de vez en cuando. ¡que maravilloso es todo!.
- ¡otro triste día! - decía la hoja que se encontraba en la rama más alta. - Aquí abajo, sin poder ver el sol ni las nubes, ni las estrellas, ni los pájaros, ni nada de nada. ¡Que desgraciada que soy!.

Un buen día, se levantó un fuerte temporal, que arrancó a nuestras dos amigas de sus ramas. De manera que la hoja que se encontraba en la rama más alta, fue a parar a la rama más baja, y la hoja que se encontraba en la rama más baja, fue a parar a la rama más alta.
- ¡ Ésto es precioso!,- decía la hoja que fue a parar a la rama más baja, - que flores más bonitas, y que verde la hierba. ¡Anda!, si se ve un río desde aquí, y los conejos haciendo su madriguera. ¡Qué maravilla!.
- ¡Que desafortunada soy!, - decía la hoja que había ido a parar a la rama más alta del roble. - ya no podré ver las flores, ni la hierba, ni el río, ni siquiera a los conejos. ¡Qué he hecho yo para merecerme ésto!.

viernes, 18 de enero de 2013

El caldero mágico

En un país muy cercano, existe ¡un lago de chocolate!.
Cuenta la leyenda, que hace mucho tiempo, una gran tormenta, destrozó todas las cosechas de las que se alimentaban las familias de un pequeño pueblo. Sin las cosechas, ni las personas ni el ganado tenían para comer, por lo que el hambre se extendió por la región.
Un día, un niño llamado Juan, estaba jugando en el bosque, cuando se puso ha llover copiosamente, así que fue corriendo a refugiarse en una cueva.
"¡Vaya chaparrón!", pensaba Juan mientras se secaba con la mano el pelo chorreante.
Se sentó en una piedra que había en la entrada de la cueva, y sus tripas empezaron a protestar pidiendo comida.
"¡Que agusto me comería un plato de espaguetis con tomate y queso!", pensaba Juan  relamiéndose los labios, "¡uhmmm, hasta Huelo el delicioso queso derretido!".
De repente, la cueva empezó a llenarse de humo, y al volver la cabeza, vio que al fondo había una luz roja, como si de una fogata se tratase. Fue hacia allí, y vio un gran caldero sobre un fuego. Al acercarse ¡no podía creérselo!,¡Estaba lleno de exquisitos espaguetis con tomate y queso!. Así que se puso a comer hasta hartarse.
Al día siguiente, cuando el hambre empezó a apretar, fue corriendo a la cueva. "Hoy me comería un buen plato de sopa con poyo y jamón", pensaba. Al llegar a la cueva, y mirar dentro del caldero, ¡se encontró con      una humeante y sabrosa sopa de poyo y jamón!.
Juan, después de tomar sopa hasta saciarse, fue corriendo donde sus padres, y les contó lo que le había sucedido.
- ¡Es increíble!, este caldero es mágico, y  podrá acabar con el hambre que estamos padeciendo por causa de la tormenta -dijo el padre de Juan, y  fue a decírselo a sus vecinos, para que corriera la voz. Y así se pudo alimentar a todas las familias del pueblo.
Pero en el pueblo, había un niño gordinflón y glotón, que estaba obsesionado por el chocolate. Así que fue donde el caldero mágico.
- ¡Chocolate, chocolate!, ¡quiero chocolate y más chocolate!.
Entonces se asomó al caldero, y vio que estaba lleno del más delicioso y aromático chocolate que había comido nunca. Loco de contento, se puso a comer y a comer, metiendo incluso la cabeza dentro del caldero. Pero cuanto más comía, mas chocolate quería, y éste empezó a desbordar el caldero, formando un río que abnegó todo los bosques de alrrededor, llegando hasta el pueblo, que quedó sumergido bajo el humeante chocolate.

Por eso, si algún día vas al lago de chocolate, ¡haz caso de los carteles que rodean el lago!:

                                        ESTÁ TERMINANTEMENTE PROHIBIDO
                                            TOMAR MÁS CHOCOLATE DEL QUE
                                            SE NECESITE, POR PROBLEMAS DE
                                                          DESBORDAMIENTO
                                                           

viernes, 11 de enero de 2013

El monstruo del lago

Leire estaba de vacaciones en Escocia. Hacía un día caluroso, y se le ocurrió ir a bañarse a un lago que había cerca del hotel, donde se alojaba con sus padres. Cogió su bañador, una toalla, y se montó en el autobús que le llevaría al lago.
- ¿Vas al lago? - le preguntó un chico que iba sentado a su lado.
- Sí, con este calor es donde mejor se está - le respondió.
- ¿ No sabes lo del monstruo?.
- ¿Un monstruo?.
- Si,  el monstruo que vive en el lago. Dicen que mide más de 30 metros, y que de su largo cuello, salen 3 cabezas que incineran con sus ojos todo lo que ven.
- ¡Vaya!, pues tengo que verlo. Lástima que no he traído la cámara de fotos - dijo Leire.
- No te lo tomes a risa, hay mucha gente que lo ha visto.
- No, si lo digo en serio, me encantaría verlo.
- Pues puede ser la última cosa que veas....................
Leire, era una chica curiosa y valiente, pero un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando pensó en lo que le acababa de decir el chico.

El lago se encontraba en un lugar fabuloso, rodeado de frondosos árboles y verdes prados adornados de flores. Sin embargo, una extraña quietud impregnaba el aire, como si algo estuviera a punto de ocurrir.
Leire, se  puso el bañador, y cantando, se metió el agua.
Se puso a chapotear alegremente, cuando de repente, se dio cuenta que los pájaros habían dejado de cantar, y una sombra se alargaba amenazante delante de ella. Se volvió lentamente casi sin respirar, y vio como del agua emergía parsimoniosamente una figura que tapaba el sol con su presencia.
Con un grito de horror, se zambulló en el agua, y nadó lo más rápido que pudo hasta la orilla.
Allí, se escondió entre unos matorrales, y con el corazón en la boca, atisbó entre las hojas al monstruo que se acercaba inexorablemente.
- ¡Es un patito! - gritó Leire. ¡Un patito gigantesco!.
- ¡Pobrecito! - dijo Leire, saliendo de de entre los matorrales, y acariciándole una pata. - Sólo quiere jugar.
y así, jugaron y jugaron toda la tarde, nadando y buceando en el lago.
De repente, oyeron uno gritos:
- ¡Es el monstruo, mirad!. Llamad  a lo cazadores, rápido.
Eran unas personas, que pasaban por allí, y habían visto al patito.
Al momento, llegaron los cazadores con sus escopetas y sus perros, y el aire se llenó de ladridos y disparos.
- ¡No disparéis! - gritaba Leire, - ¡es sólo un patito!.
Pero los cazadores estaban muy asustados, y siguieron disparando.
- Vámonos de aquí - le dijo Leire al patito, y sumergíéndose en el agua, bucearon hasta una cueva submarina que Leire había encontrado antes.
Pasó el tiempo, y los cazadores seguían en la orilla del lago esperando a que apareciera de nuevo el monstruo.
- ¿ No se van a ir nunca? - se preguntaba Leire en la cueva.
Entonces, vio que la cueva se internaba en la tierra, por lo que decidieron adentrarse en ella para ver si tenía alguna salida.
Caminaron y caminaron por la cueva internándose cada vez en la tierra. Parecía no tener fin, hasta que vieron una luz al fondo, y entusiasmados corrieron hacia allí.
Así, llegaron a un bosque de enormes árboles, donde la hierba le llegaba a Leire hasta el cuelllo.
- En éste sitio todo es grandísimo - dijo Leire asombrada.
Leire, se subió a lomos del patito, y llegaron hasta un mar que había al lado del bosque.
El patito, se puso a nadar con leire encima, hasta que oyeron unos ruidos : ¡Cua, cua, cua cua!.
Era un grupo de patitos que jugaban en el agua.
- ¡Mira! -Le dijo Leire al patito, - ¡son tan grandes como tú!, éste debe de ser tu hogar.
De entre los patitos, se acercó uno más grande que los demás, y abriendo sus alas, envolvió cariñosamente con ellas al patito.
- Y ésta debe ser tu mamá - dijo Leire.
Cuando el patito era todavía un huevo, la marea lo arrastró hasta la cueva, y la corriente, lo llevó hasta el lago de escocia. Ahora, con la ayuda de Leire, había vuelto a su hogar.
" ¿y cómo voy ha volver yo a mi casa?", pensaba Leire.
Entonces, La mamá del patito, puso a Leire encima de un concha enorme, y le dejó en la entrada de la cueva, no sin antes despedirse del patito con besos y abrazos.
Cuando subió la marea, el agua arrastró la concha con Leire dentro por la cueva ,hasta el lago de Escocia, donde los cazadores, aún esperaban temblando, con sus escopetas y sus perros, la aparición del monstruo.



viernes, 4 de enero de 2013

El tiovivo mágico

Existe un tiovivo que es mágico. Cuando los niños se montan en él, una llave plateada, lo pone en marcha, y al girar y girar, los niños aparecen montados en sus caballitos en otro mundo. Allí, los caballitos se vuelven reales, y cabalgan y cabalgan hasta el anochecer.
Un día, una bruja malvada, harta de ver los felices rostros de los niños al subirse en el tiovivo, cambió la llave por otra, que estaba embrujada. Así cuando los niños se subieron al tiovivo, y lo pusieron en marcha, éstos y los caballitos, aparecieron en un lugar oscuro y húmedo, lleno de barro y zarzas; ¡era el reino de la bruja!.
La malvada bruja, cogió la llave plateada del tiovivo mágico, y la tiró al "lago de los cocodrilos", donde nadie se atrevería a cogerla.
Pero entre los niños, estaba Juan. - Tenemos que recuperar la llave - dijo, mientras los demás lloraban.
Y sin pensárselo dos veces, fue al "lago de los cocodrilos".
Una vez allí, Juan con ramas y hojas, se hizo un disfraz de cocodrilo.
Así, se lanzó al lago, y nadó despacio entre los cocodrilos, que parecían no darse cuenta del engaño.
Al llegar al centro del lago, se sumergió en el agua, y buscó la llave. La encontró entre unas rocas, y subiendo de nuevo a la superficie, volvió a nadar muy despacio entre los cocodrilos, que flotaban en el agua, ignorándole. Al llegar a la orilla, tiró las ramas y las hojas, y fue corriendo a buscar a los demás niños.
- ¡La tengo, la tengo! - gritaba Juan con la llave en la mano.
Todos se abrazaron muy contentos.
Pero la bruja, que todo lo veía en su bola de cristal, cogió su escoba, y fue volando hasta los niños.
- ¡Dadme la llave! - gritaba la bruja, surcando el aire en su escoba.
Entonces Juan, urdió un plan. Hizo unas llaves con plastilina, y se las dio a sus amigos.
- ¡Tengo yo la llave! - gritó uno de los niños, que montado en un caballito y enseñándosela, salió corriendo.
La bruja le siguió, gritando, - ¡Dámela, dámela!. Luego otro de los niños montado en otro caballito gritó: - ¡La tengo yo! - y le enseñó otra llave de plastilina. Al verla, la bruja dio media vuelta y le empezó a perseguir, - ¡Que me la des! - gritaba.
Así, llevaron a la bruja hasta "el pozo sin fondo", que se hallaba en el mismo centro del reino de la bruja, y donde esperaba Juan con la llave verdadera.
- ¡Bruja! - le gritó, -¡ésta es la llave verdadera, si la quieres, Cógela!.
Y arrojó la llave al pozo.
- ¡noooooooooooooooo.................!  - gritó  la bruja lanzándose al pozo para cogerla, y desapareciendo en él, mientras sus gritos se perdían en la oscuridad.
En ése instante, el embrujo se deshizo, y aparecieron Juan, los niños, y los caballitos, en el tiovivo mágico
Ante la sorpresa de los niños, los caballitos seguían siendo de carne y hueso, aunque no estaban en el mundo del tiovivo mágico, por lo que muy contentos, cabalgaron y cabalgaron hasta el anochecer, y así durante el resto de sus vidas.