Cuentos para contar.

sábado, 28 de septiembre de 2013

La cueva de los secretos

Cuando se tiene un secreto, éste se convierte en un monstruo. Cuanto más tiempo se tarda en contar el secreto, más grande y terrible se vuelve el monstruo.
Leire tenía un secreto que no se atrevía a contar........................................................

- ¡Tienes que contármelo! - le decía Yosu a Leire - ¡o se convertirá en un monstruo terrible!.
- ¡No quiero!, ¡es mi secreto!, ¡y ya está!.
- Pues tienes que ir a "La cueva de los secretos" y decirlo en voz alta.
- ¿La cueva de los secretos?.
- Si, sólo así, el monstruo en el que se está transformando el secreto, se quedará encerrado en la cueva para siempre.
Leire se quedó pensativa.
- Bueno, ya veré.
Pasó el tiempo, y Leire seguía sin decidirse a ir a "La cueva de los secretos".

Era de noche, en la habitación donde Leire dormía, empezó a formarse una neblina alrededor de su cama. Se hizo un silencio espectral. La niebla, en remolinos de luz verdosa, se materializó en un peludo y terrorífico ser, lleno de cuernos y dientes, que saltó por la ventana antes de que Leire despertara.
Se incorporó, " - habrá sido un sueño" - pensó. La ventana estaba abierta de par en par.
Al día siguiente, le despertó un ruido de sirenas. Miró por la ventana, ¡la gente corría y gritaba!,"¡el monstruo!, ¡el monstruo!". Al fondo de la calle,distinguió un enorme ser peludo lleno de dientes y cuernos, como el que creyó ver anoche en su habitación. - ¡No fue un sueño!.
El ser, agarraba todo lo que se ponía a su alcance ¡y se lo comía!, personas, coches, bancos, árboles..................y cuanto más comía, ¡más grande se hacía!.
Leire, salió corriendo de casa en busca de Yosu, esquivando a la gente que huía presa del pánico.
- ¡Tenías razón!- le dijo cuando le encontró, - ¡el secreto se ha convertido en un monstruo!.
- ¡Pues claro!, ¿porqué no me hiciste caso?.
- Es que.....................
- Bueno venga, no importa, ahora tenemos que parar al monstruo. Vamos a "La cueva de los secretos", todavía estamos a tiempo.
Cogieron las bicicleta y pedalearon hasta la cueva. Allí, Leire se metió en su negra garganta hasta una estancia donde las paredes, cubiertas de un mineral muy brillante, reflejaban su imagen por toda la cueva..
Se colocó en medio de la gruta,  y gritó su secreto, que como su imagen rebotó, produciendo un eco que se perdió en la oscuridad.
Salió al exterior, donde le esperaba Yosu impaciente.
- ¿Ya está?, ¡Buena la has liado!. Vamos a la ciudad para ver si a dado resultado.
Al llegar, ¡vieron que no había surtido efecto!, el monstruo era cada vez más grande, y el caos indescriptible.
- ¿Que podemos hacer Yosu?.
- La única solución es que me cuentes el secreto.
- ¡No quiero!.
En ese instante, el monstruo les miró, y con grandes zancadas, fue hacia ellos dando aullidos terroríficos y moviendo sus enormes brazos peludos.
- ¡ Vamos Leire!, ¡tienes que contármelo! - ¡El monstruo estaba cada vez más cerca!.
- Es que..........................¿te acuerdas de que el otro día te encontraste la bici nueva con la rueda rota? - le dijo bajando la cabeza. - Pues.....................fui yo............
- ¡Te dije que no la tocaras!.
- Lo siento.
El monstruo estaba ya delante de ellos, abrió su boca llena de dientes y gritó................., pero de repente, un remolino de luz verdosa le envolvió, ¡y desapareció!, dejando esparcido por doquier todo lo que se había comido.

Yosu y Leire charlaban alegremente mientras se afanaban en poner un poco de orden en la ciudad destartalada.
- Así que fuiste tú la que me rompió la bici.
- No me atrevía a decírtelo.
- ¡pues mira la que has liado!
- ¡Venga  gruñón, que no es para tanto!
- ¡Ya lo veo,  ya.........................


viernes, 20 de septiembre de 2013

La mariposa y la araña

La alegre mariposa batía sus alas al aire levantando nubes de nata montada.
Codiciosa la araña le observaba desde la oscura cueva donde tejía su tela.
- ¡Mariposa! -  le dijo un día - prueba esta rica miel que de mil flores ha bebido.
La mariposa aceptó no sin pocas precauciones.
- No temas - le dijo - sólo quiero compartir contigo mi dulce ambrosía.
Temerosa la mariposa probó la miel tan rica y melosa , y quedo encantada.
- ¿Quieres más? - le preguntó la araña,  la mariposa asintió entusiasmada.
- Ve a mi cueva y al fondo hallarás el tesoro que anhelas.
La mariposa voló ansiosa por la cueva sinuosa,
pero al fondo no llegó que una tela se lo impidió,
y en ella quedó atrapada sin encontrar lo que deseaba.
De pronto entró la araña relamiéndose los colmillos,
- ¡Aquí no hay mas manjar que tus tiernos solomillos!.
 La mariposa,  rabiosa y horrorizada se debatía
dejando en la red su alas como prenda a su osadía.
Y así escapó airosa la pobre mariposa
que sus alas perdió por confiada y golosa.


viernes, 13 de septiembre de 2013

El músico tímido (parte 2ª)

El encantamiento

Juan no pudo dormir esa noche, Lucía le había puesto en un gran dilema, ¿la amaba suficiente como para superar su miedo?. Llegó a la conclusión de que lo intentaría, pero no sin ayuda.
Al día siguiente se dirigió al bosque, donde vivía Galanta, conocida por sus artes mágicas.
- Si - le dijo - , puedo ayudarte, pero piensa que en el mundo de la magia, ninguna deuda queda sin pagar.
- ¡Haré lo que sea! -  respondió con firmeza.
Galanta se dirigió hacia lo que parecía un altar, en un rincón de la casa. Sobre él, había un libro abierto; en frente, una extraña figura de madera,  medio hombre medio animal, sonreía enigmáticamente.
Cogió unos frascos de una estantería y los colocó sobre el altar, al lado del libro. Sobre un pañuelo, puso unas hierbas de uno de los tarros, y vertió un líquido del otro, mientras pronunciaba unas palabras, leídas del libro con voz cavernosa.
Un humo verdoso empezó a salir del pañuelo, las palabras se convirtieron en un canto gutural que llevó a trance a una desfigurada Galanta, que se agitaba conbulsivamente frente al altar.
Juan quiso salir corriendo, pero el terror le paralizaba. De pronto, Galanta cayó de rodillas, permaneciendo un instante con la cabeza entre las manos. Luego se levantó lentamente, y haciendo un nudo con el pañuelo, formó un pequeño saquito, al que añadió una cadena para llevarlo a modo de colgante.
- Toma - le dijo - llévalo siempre contigo, ¡pero recuerda!, deberás pagar tu deuda.
Juan cogió el saquito, y salió corriendo de allí sin mirar atrás.

El concurso

Llegó el día del concurso. Los mejores músicos de la región se presentaron en la capilla del palacio del rey, donde el mismísimo rey, los jueces, y un selecto grupo de representantes de la nobleza (entre los que se encontraban Lucía y su madre), se reunieron para presenciarlo.
Juan esperaba su turno junto al resto de participantes en una sala contigua a la sacristía.
"No puedo, no puedo", pensaba con la cabeza entre las manos y la mirada clavada en el suelo.
- ¡Vamos, te toca! - le dijo un monje señalándole.
Agarró fuertemente el saquito que llevaba al cuello y salió a la sacristía.
Se escuchó un murmullo generalizado, y algunas risitas, "¿no es el hijo del luthier?, ¿que hace éste aquí?".
- ¡Silencio por favor!, demuestra lo que sabes hacer.
Juan miró a su alrededor, le temblaba todo el cuerpo, puso la guitarra sobre sus piernas, y de pronto, ¡se vio transportado a su rincón secreto del bosque, junto a su amada haya.
Se puso a cantar, ¡la música brotaba como un río!, ¡como el viento en la tormenta!, ¡como el mar embravecido!, ¡como la brisa en la orilla!.
De pronto, unas voces, l e devolvieron a la realidad; vio a Lucía desvanecida en brazos de su madre, y recordó las palabras de Galanta:" Deberás pagar tu deuda", y comprendió lo que sucedía, ¡Lucía era el pago!.
Sin pensarlo, arrancó el saquito de su cuello y lo arrojó lejos. Al momento, Lucía recuperó el color, abrió los ojos y se incorporó despacio.
- estoy bien - le dijo a su madre.
todas las miradas, volvieron sobre Juan; tragó saliva y siguió cantando. ¡Esta vez, la capilla se convirtió en un oscuro claustro!. Pero sus ojos se encontraron con los de Lucía, que habían recuperado toda su luz, y cantó para ella, como si no existiera nadie más en el mundo.

Epílogo

No hubo discusión alguna sobre el vencedor del concurso. Juan fue nombrado capellmaster real, y como en toda buena historia de amor que se precie, se casaron, fueron felices, y comieron perdices.


jueves, 5 de septiembre de 2013

El músico tímido (parte 1ª)

Esta es una historia de amor, y como en toda historia de amor, está el chico: Juan, un músico de gran talento; está la chica:  Lucía, perteneciente a una de las familias más influyentes y ricas de la corte; y está, como no, alguien que se interpone en su amor: En éste caso, la orgullosa y ambiciosa madre de Lucía.
Vayamos con la historia.

Los pretendientes

Juan tenía un problema, poseía un talento natural para la música, pero era incapaz de mostrarlo a los demás, por su gran timidez.
Cogió su guitarra y se dirigió al bosque, hasta un claro en cuyo centro, un haya centenaria desplegaba sus inmensas ramas queriendo abrazarle. Se sentó junto a su tronco y espero unos instantes con los ojos cerrados hasta impregnarse con el espíritu apacible del lugar. Y se puso a tocar, libre, lejos de todo.

Lucía salió de su habitación donde debería pasar la tarde repasando las aburridas lecciones de urbanismo,  y bajó despacio las escaleras con los zapatos en la mano. Los retratos de sus distinguidos antepasados parecían mirarle con reproche, sobre todo el de su bisabuela Leonora, que le traspasaba con sus ojos oscuros. Cruzó de puntillas el hall, las voces de sus padres se oían desde la sala contigua. Llegó hasta la puerta de entrada, la abrió y cerró con sumo cuidado, y salió corriendo hacia el bosque sin prestar atención a los gritos de su madre, que desde la ventana de la sala se desgañitaba llamándola.
Cogió el camino que lleva al río y se desvió hacia el hayedo. Se acercó despacio al viejo haya en el que Juan cantaba ensimismado, se tumbó boca arriba en la hierba, y se dejó llevar por la música.

El plan

Lucía y su prima Débora paseaban por el parque de Newcastle protegidas con sus sombrilla del sol de mediodía.
- ¿Porqué no le dices nada? - preguntaba Débora.
- ¡Es muy tímido!, saldría corriendo en cuanto me acercara.
- ¿Como lo sabes?
- ¿No le has visto los domingos en la iglesia?, ¡no levanta la mirada del suelo!.
- Parece que le pesan los ojos.
Ambas rieron.
- Si le oyeras cantar..........¡es un ángel!.
- Invítale a una de tus fiestas, no se podrá negar.
- Mi madre no lo permitiría, ¡es el hijo de un simple luthier!.
- ¡Pues tenemos que hacer algo!.
¡Y vaya que si lo hicieron!.

Débora entró en el taller del luthier. Las maderas de los instrumentos reposaban asumiendo sus nuevas formas, las que acogerían más tarde las notas musicales y sus infinitas variaciones.
- ¿Señor Jacobo?.
- ¡Silencio por favor!.
El luthier golpeaba cuidadosamento con el martillo y el cincel sobre la caja de un laúd haciendo pequeñas incisiones, como un cirujano. Tras unos instantes de intensa concentración, se levantó y se limpió el sudor de la frente.
- Perdóneme señorita, pero ha llegado en un momento especialmente delicado, Si el agujero es demasiado pequeño las notas se amontonan y salen a borbotones , y si es demasiado grande se desmenuzan en el aire.
- Perdóneme usted por mi torpeza maestro; el motivo de mi visita es que mi prima quiere dar un recital de arpa, y necesita de su oído experto para poner el instrumento a punto.
- Si claro, pasaré esta tarde a las 6 si le parece bien.
- Estupendo, le esperamos.
Y dándose un apretón de manos se despidieron. La araña empezaba a tejer su tela......................

A las 5 de esa misma tarde se presentó en el taller de Jacobo, Lucas, el sirviente de Carlos, un amigo común de Lucía y Débora.
- Entra Lucas - le dijo - ¿Qué se te ofrece?
- Vengo de parte de mi señor, le necesita urgentemente, se ha roto una cuerda de su piano, y dentro de unas horas tiene que dar un recital.
- Bueno, ahora tengo otro compromiso que atender, pero enviaré a mi hijo Juan.
- ¡No, por Dios!, ya sabe usted lo celoso que es mi Señor con éstas cosas, ¡le necesita en persona!.
- Está bien, iré yo - accedió el luthier. - ¡Juan! - gritó, - ¡deja lo que estés haciendo y ve a casa de los Menieur, hay un arpa que afinar!.
Juan cogió el diapasón y fue a casa de Lucía, despreocupadamente, sin saber que había caído en las sutiles redes femeninas.

Enamorados

Juan caminaba alegremente hacia la casa de los Menierur, un enorme caserón  rodeado de jardines y fuentes. Los Menieur formaban parte de la  nobleza del país, y poseían una inmensa fortuna.
Llegó a la casa y llamó a la puerta. Una sirvienta le llevó a la sala de conciertos donde se encontraba el arpa.
Con oído experto ajustó cada cuerda con la vibración que precisaba cada nota.
- ¡Hola! - escuchó de pronto. Era Lucía, que le saludaba con la mejor de sus sonrisas.
Juan le miró sorprendido.
- Hola - balbuceó, fijando de nuevo la vista en las cuerdas del arpa y enrojeciendo como un tomate.
No nos vamos a extender aquí de como Lucía consiguió romper el caparazón de Juan y hacer que se enamorara locamente de ella, ya que de todos es conocida la excelencia de las mujeres en el arte de la seducción.
El hecho es que se enamoraron y se prometieron amor eterno. Pero las cosas no iban a ser tan sencillas.Como dijimos al principio de la historia, la madre de Lucía se oponía al amor entre la pareja, por la diferencia de estatus entre ambos.
- ¿Qué vamos a hacer? - suspiraba Lucía.
- ¡fugémonos!.
- ¡No seas tonto!.
- Si fuera el capellmaster  del rey, tu madre no se opondría a la boda.
- ¿ y porqué no te presentas al concurso para conseguir el puesto?, es dentro de unos días.
- No digas tonterías, sabes que no puedo tocar delante de la gente, ¡es imposible!.
- ¿Imposible?, ¡Si de verdad me quisieras, nada sería imposible!.
Y así empezó la primera discusión seria de la entrañable pareja.