Cuentos para contar.

jueves, 3 de abril de 2014

Saturnino y el misterio del planeta cambiante (el origen de los soñadores) (parte 2ª)

Saturnino contemplaba ensimismado los 4 anillos que rodeaban Saturnalia; -"¡Que recuerdos!"- Pensaba -"¡los primeros vuelos en aereo-vicicleta!, ¡las excursiones en familia a los cráteres de viento, y a los campos de burbujas!,¡ el primer beso,..................! - Allí, en aquella esfera que casi podía atrapar con la mano, había transcurrido su feliz infancia, antes de tener que partir para realizar sus estudios superiores de piloto espacial.
El gorrión aterrizó en el hangar de la casa familiar; su madre le estaba esperando. La empanada de anchoas que preparó para comer, le hizo volver de nuevo a su niñez. Mientras daban buena cuenta de ella, Saturnino contaba a su madre sus aventuras espaciales, y ella, le ponía al día de las últimas novedades familiares.
- Pues ya ves, - decía la madre de Saturnino - con lo tímida que es tu prima, y se casa con un morador de la 3ª luna.
- ¡Y yo que creía que lo había visto todo!
-Bueno, hijo, y ahora cuéntame por qué has venido a  verme.
- Pues para visitarte.................
- ¡Satur! - le dijo echándole una tierna mirada de reproche.
- La verdad es que me gustaría que me hablaras de nuestras raíces familiares.
-Ya,.............., entonces lo sabes.
Saturnino, le contó su aventura en el planeta cambiante, y como la niña le había dicho que era "un soñador".
- Pues si hijo, la niña te dijo la verdad, eres "un soñador".
- ¿Y por qué no me lo dijisteis? - le dijo enfadado.
- Pensábamos hacerlo, cuando estuvieses preparado. El don es muy poderoso, y exige una gran responsabilidad.
- ¿Y crees que estoy preparado para despertarlo?, no veo otra forma de hacer frente a la niña.
- No soy yo quien debe decidirlo. Mañana iremos a ver al abuelo, "El espejo de la verdad" nos lo dirá.
El abuelo de Saturnino era un hombre jovial y bromista, que vivía en una granja criando "saturocas", una especie de ocas originarias de  Saturnalia.
- Ya me ha hablado tu madre de tu repentino amor por las tradiciones familiares - le dijo sonriendo.
- Si abuelo, necesito tu ayuda.
- Bien, acompáñame.
Le llevó hasta un sótano lleno de cachivaches polvorientos. En una esquina, había un espejo de cuerpo entero, cubierto por una sábana .
- Acércate Satur, debes mirarte en él; verás a tu verdadero yo reflejado. Deberás mirarlo fijamente;
si eres capaz de aguantar su mirada durante 10 segundos, estarás preparado para despertar el don.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Saturnino.
- Cierra los ojos - le dijo el abuelo.
Este, retiró la sábana.
- Cuando estés preparado, vuelve a abrirlos.
Saturnino, respiró profundamente, y con un ligero temblor de párpados, los abrió de nuevo. Lo que vio le heló la sangre: Un terrorífico dragón, echando fuego por la boca, le miraba fijamente, con ojos rojos y vidriosos. El dragón gritó, ¿o era él el que gritaba?, quiso salir corriendo, pero los ojos rojos del dragón le tenían fascinado; y poco a poco, se fueron volviendo azules como los suyos. La sábana, cubriendo el espejo de nuevo, le sobresaltó.
- ¡Enhorabuena hijo! - le dijo el abuelo - ¡as superado la prueba!.
- ¿Has visto al dragón? - le dijo Saturnino, impactado todavía por la visión.
- No Satur, yo he visto tu reflejo, sólo tú puedes ver lo que hay en tu interior.
Los siguientes meses, Saturnino los paso en Saturnalia, aprendiendo las ancestrales técnicas de "visualización creativa", transmitidas de generación en generación, con las que despertaría el don que dormía en su interior. Cuando de sintió preparado, se despidió de su madre y de su abuelo, y se dirigió al planeta cambiante, para enfrentarse a la niña, de igual a igual.

"El gorrión moteado" surcaba el espacio rumbo al planeta cambiante. Mientras, Saturnino, buscaba la forma de hacer frente a la niña. Introdujo una memoria USB en el ordenador de a bordo.
- "Gorrión", aquí tienes los datos de todos "los soñadores" y el planeta que cuidan, por gentileza del abuelo. Contrasta las coordenadas del planeta cambiante con las de los planetas de la memoria.
- Enseguida Satur. Hay una coincidencia - dijo "el gorrión" tras unos segundos. - Se trata del planeta Acttress, a cago de la familia Sulivann. Pero lo más interesante, es que toda la familia, incluida Imelda, la hija de 2 años, falleció en un accidente naval, cuando naufragó el barco en el que viajaban en el lago Konttikii.
- Pues la niña debió de sobrevivir al accidente. No me extraña nada su conducta ante semejante tragedia..
"El gorrión moteado" sescendió sobre acttress, el planeta cambiante. Ahora estaba cubierto de nieve. Los niños se lanzaban ladera abajo con sus trineos, y patinaban en inmensos lagos helados. No tardó Imelda en descubrir a Saturnino.
- ¡Te dije que no volvieras nunca más por aquí! - le gritó.
- He venido para darte un regalo.
Le mostró un gran cajón rectangular envuelto en papel de regalo y adornado con lazos. Lo miró curiosa.
- ¡No quiero ningún regalo tuyo! - le gritó de repente, cambiando de actitud , - ¡Ni de ti, ni de ninguna persona mayor!, ¡sois todos unos egoístas y unos mentirosos!
- ¿Por qué dices eso?, ¿quizás porque tus padres te dejaron sola?
Imelda le miró furiosa.
- ¡Cállate! - le ordenó.
- Ellos no tuvieron la culpa de lo que sucedió.................
- ¡Basta! - le interrumpió, llevándose las manos a los oídos. De pronto, cerró los ojos, se concentró, y delante de ella apareció  un terrible monstruo peludo de 6 metros de altura, con tenazas en vez de manos, 4 filas de dientes afilados, y un gran ojo en medio de la frente.
- ¡acaba con él! - gritó  Imelda.
"- Es hora de poner en práctica lo que he aprendido" - pensó Saturnino. Se concentró intensamente. El monstruo se acercaba, el suelo retumbaba a cada paso que daba. Abrió los ojos, ¡no había pasado nada!, ¡ el monstruo estaba frente a él!. " - ¡Concentración, concentración!" - volvió a intentarlo. Abrió los ojos:¡Un formidable dragón se interponía ahora entre el monstruo y él, ¡lo había conseguido! El dragón, de un coletazo, lanzó Al monstruo por los aires; pero éste, se recuperó de inmediato, y agarró al dragón por el cuello con una de sus tenazas, mientras que subido a su lomo, le golpeaba la cabeza. El pobre dragón quedó sin sentido en el suelo.
- ¿Eso es todo lo que sabes hacer? - le dijo Imelda a Saturnino - veo que has aprendido algunos trucos desde la última vez que nos vimos, pero no van a servir de nada; terminemos de una vez - dijo haciendo una señal al monstruo. Este, cogió a Saturnino con su tenaza, y se lo tragó de un bocado. Imelda cerró los ojos, y el monstruo desapareció. Entonces, vio el regalo que le había traído Saturnino. Lo abrió con curiosidad. Dentro de la caja, había un gran espejo de cuerpo entero cubierto con una sábana. La quitó: Dio varios pasos atrás aterrada; en el espejo se reflejaba el terrorífico monstruo que acababa de crear.
- Ese eres tú - le dijo Saturnino, saliendo de detrás del espejo -, te estás mirando en "El espejo de la verdad". En él se refleja tu verdadero ser.
- Pero...................¡si el monstruo te había devorado! - dijo Imelda sorprendida.
- No era yo, sólo era un robot.
Imelda estaba muy confusa.
- ¿Y eso soy yo? - le dijo señalando el reflejo del espejo -, ¿en eso me he convertido?
- Así es, pero depende de ti el cambiarlo.
Imelda miró al monstruo reflejado en el espejo, y lloró amargamente. Pero poco a poco, el enorme ojo negro del monstruo, se fue tiñendo de verde, como los ojos de Imelda.

-¿Qué ha sido de la niña? - le preguntó el abuelo a Saturnino.
- Entre los datos que me diste, encontramos que un tío de Imelda vivía en Solaris, un planeta agrícola de sector de Orión, y le llevamos con él.
- ¿Y si vuelve a las andadas?
- No lo creo, lo que vio en el espejo no le gustó nada, y además ya no sentirá sola, ahora tiene varios primos de su edad con los que divertirse.
- Todavía nos queda una pregunta por responder: ¿Como pudo la niña despertar su don sin la ayuda de nadie?
- Si despertó por sí solo, podría ocurrir lo mismo en otros casos, ya las consecuencias podrían ser catastróficas.
Se produjo un intenso silencio entre Saturnino y el abuelo, ante tal expectativa.
- ¿Y tú?, ¿qué vas a hacer con el don? - le preguntó el abuelo rompiendo la tensión.
- Olvidarlo. No creo que nadie esté preparado para usarlo correctamente...........
- ¡Venga, dejaros de cháchara y a comer, que se enfría! - les interrumpió la madre de Saturnino, con una sabrosa empanada de anchoas recién hecha en la mano.
- Aunque quizás lo utilice, para no olvidarme del sabor de la empanada de mamá - dijo Saturnino, mientras él y el abuelo reían ante la mirada extrañada de ésta.