Cuentos para contar.

jueves, 31 de julio de 2014

El baile de las ballenas (capítulo 3)

El baile

Arriaron majestuosas las velas del Delfín, que henchidas por el viento y el orgullo, lo llevaron a buen puerto. Allí los soldados les llevaron a presencia del rey.
- ¿Y bien?, ¿donde se realizará el baile? - Les preguntó el rey  a Malapata y Rodi.
- ¡Primero libera a mis hombres! - Bramó Malapata.
- ¿Me crees idiota?
- Majestad - interrumpió Rodi - , ¿Cómo pensáis evitar las inundaciones?
- ¡Mataré a cañonazos a esas malditas bestias! - respondió el rey.
- ¡Hijo de una hiena! - gritó Malapata.
- ¡Basta de cháchara!, ¡O me decís las coordenadas o ahorcaré a vuestros hombres al amanecer! - dijo cansado el rey.
Rodi, con su habitual elocuencia, tomó la palabra.
- Majestad, no estamos de acuerdo con la forma en la que piensa resolver el problema que nos ocupa, por lo que le propongo que el capitán y yo intentemos evitar El Baile de las Ballenas, con métodos menos violentos.
- ¿Y qué propones?
- Es bien sabido, que las ballenas se comunican con guturales y ancestrales cantos. Yo aprendí su lenguaje en unas de nuestras innumerables aventuras por los siete mares, y podría disuadirles a que realizaran el baile cerca de la costa.
El rey se quedó pensativo. Y al rato dijo:
- De acuerdo, pero si no les convences tú, lo harán los cañones.
Así pues, Malapata y Rodi partieron en el delfín, escoltados por cuatro navíos de guerra hacia el lugar revelado por el oráculo. El hipnótico canto de los cetáceos, se confundía con el de las gaviotas, que parecía querer unirse a la fiesta. Cientos de chorros de agua ascendían de las ballenas como, botellas de champán descorchadas.
El almirante de la tropa se acercó a Rodi.
- ¡Qué empiece la fiesta! - dijo.
Rodi, cogió el cuerno que se utilizaba para avisar de la presencia del barco cuando había niebla, y se puso a tocar, sin mucha convicción. No sucedió nada. Volvió a intentarlo, ante la impaciente mirada del almirante. Nada.
- Parece que tus métodos no son muy efectivos - dijo el almirante - . Tendré que emplear los míos.
Y levantando el sable, hizo una señal a los navíos de guerra para que rodearan a las ballenas.
- ¡Fuego! - gritó.La andanada de hierro, salpicó el aire de agua y sangre. Las ballenas, furiosas, arremetieron contra los navíos, destrozando sus cascos con sus poderosas cabezas y colas. Sólo el delfín, que se mantuvo al margen de la refriega, salió indemne. El almirante, conmovido por la furia de las ballenas, repetía una y otra vez : - ¡Mis barcos!, ¡mis barcos!
A lo lejos, algunas ballenas, empezaban el ritual, con enormes saltos.
- ¿Qué hacemos ahora? - Le dijo Malapata a Rodi, muy preocupado - ,ese bastardo del rey dejará a mis hombres en el calabozo, para que mueran ahogados.
- ¡Tengo una idea!
Rodi, cogió papel y tinta, y escribió una carta, que mandó al rey con una paloma mensajera. La carta decía lo siguiente:
"Excelentísima majestad:
Ni mis métodos, ni los suyos, han sido efectivos. Las ballenas comenzarán su ritual cuando se ponga el sol, a medianoche, e inundará parte del reino. Pero todavía nos queda una oportunidad para evitarlo: Consiga todas las esponjas del reino, y cósalas con la mayor celeridad. Luego, póngala en la costa, y recemos para que pueda absorber las olas que formen las ballenas."
Así lo hicieron, miles de esponjas fueron cosidas, formando una de varios kilómetros de superficie, y la colocaron en la costa. Cuando se puso el sol, a medianoche, un formidable espectáculo se produjo ante los atónitos ojos de Malapata y Rodi: Cientos de ballenas, dibujaban su silueta sobre el cielo estrellado, bajo la luz de la luna, en formidables e imposibles saltos. Las olas, que vapuleaban  El delfín como si fuese de papel, se acercaban temibles a la costa. Allí, la colosal esponja, esperaba sedente; se produjo el contacto, y una tras otra, las implacables olas, fueron absorbidas por la insaciable esponja.

Así fue como Malapata y sus hombres se libraron de la horca, y de paso libraron al reino de ser abnegado por las aguas.

Epílogo

El Delfín Volador navegaba de nuevo por los siete mares, en busca de nuevas aventuras.
- ¿ De verdad creías que ibas as poder hablar con las ballenas? - le dijo Malapata a Rodi
-. ¿Yo?, ¡si ni siquiera se hablar con los ingleses! Teníamos que ganar tiempo, y no se me ocurrió otra cosa.
- ¡Bueno!, al final salió todo bien.
- Y disfrutamos de un grandioso espectáculo.
- ¡Desde luego!, ¡pero por mis barbas que jamás se me ocurrirá enfadar a una ballena.!


1 comentario:

  1. Este cuento ha sido apasionante. Se merece más. Ya hablaremos de ello.

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