Cuentos para contar.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Ravioli: Amo del mundo (parte 2ª)

El ejército de las sombras

Rodi repasaba mentalmente las provisiones que tenía que reponer para el próximo viaje.
- Creo que está todo - le dijo al tendero.
- ¿No has ido a ver el espectáculo? todo el pueblo está en la plaza.
- No tengo tiempo, ¡siempre me toca el trabajo sucio!; es lo que pasa por codearse con descerebrados - le respondió Rodi socarronamente.
- Lo tendrás todo preparado para cuando salga el sol.
- Estupendo.
Rodi se despidió del tendero con un apretón de manos y se dirigió a la plaza; estaba vacía.
- ¿Donde están todos? - le preguntó a un niño que jugaba en el barro.
- Se fueron por allí - le dijo señalando el camino que llevaba al bosque. - ¡Se han convertido en zombies!, ¡con los ojos blancos como la leche!.
"¿Zombies?, seguro que estaban borrachos como cubas" pensaba Rodi.
Siguiendo las indicaciones del niño, se internó en el bosque. Encontró las huellas del carromato en el barro húmedo, y las siguió hasta un claro. Lo que allí vio, le heló la sangre: ¡decenas!, ¡que digo!", ¡centenares de hombres deambulaban con la mirada perdida construyendo complicadas máquinas de guerra en medio de un impresonante silencio, roto sólo por  el golpeteo de los martillos.
Rodi buscó a Malapata entre el ejército de zombies, que pasaban a su lado sin hacerle caso. Le vio cargando unos troncos sobre su hombro.
- ¡Capitan, capitán! ¿qué está sucediendo aquí? - le interpeló.
Malapata siguió su camino ignorándole por completo. Entonces vio sus ojos blancos e inexpresivos, y comprendió que se había convertido en un zombie más. También vio a Ragout y al resto de la tripulación, deambulando en su nueva condición de muertos vivientes.

En medio del campamento se encontraba el carromato de Ravioli y hacia él fue Rodi en busca de respuestas.
En su interior encontró el espejo, cubierto por una sábana, y se dispuso a descubrirlo, sin sospechar el peligro que suponía hacerlo; pero al empezar a retirar la sábana, descubrió los bajorrelieves que adornaban el marco, y se detuvo de inmediato. Rodi, experto conocedor de las artes esotéricas, reconoció los símbolos "Del espejo de Kambala", "el devorador de almas". Entonces lo comprendió todos.
En ese momento, Ravioli se acercaba al carromato gritando y chasqueando un látigo:
- ¡Trabajar holgazanes!, ¡el mundo espera impaciente a su nuevo rey!: ¡Ravioli!, ¡el amo del mundo!.

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