Cuentos para contar.

viernes, 4 de enero de 2013

El tiovivo mágico

Existe un tiovivo que es mágico. Cuando los niños se montan en él, una llave plateada, lo pone en marcha, y al girar y girar, los niños aparecen montados en sus caballitos en otro mundo. Allí, los caballitos se vuelven reales, y cabalgan y cabalgan hasta el anochecer.
Un día, una bruja malvada, harta de ver los felices rostros de los niños al subirse en el tiovivo, cambió la llave por otra, que estaba embrujada. Así cuando los niños se subieron al tiovivo, y lo pusieron en marcha, éstos y los caballitos, aparecieron en un lugar oscuro y húmedo, lleno de barro y zarzas; ¡era el reino de la bruja!.
La malvada bruja, cogió la llave plateada del tiovivo mágico, y la tiró al "lago de los cocodrilos", donde nadie se atrevería a cogerla.
Pero entre los niños, estaba Juan. - Tenemos que recuperar la llave - dijo, mientras los demás lloraban.
Y sin pensárselo dos veces, fue al "lago de los cocodrilos".
Una vez allí, Juan con ramas y hojas, se hizo un disfraz de cocodrilo.
Así, se lanzó al lago, y nadó despacio entre los cocodrilos, que parecían no darse cuenta del engaño.
Al llegar al centro del lago, se sumergió en el agua, y buscó la llave. La encontró entre unas rocas, y subiendo de nuevo a la superficie, volvió a nadar muy despacio entre los cocodrilos, que flotaban en el agua, ignorándole. Al llegar a la orilla, tiró las ramas y las hojas, y fue corriendo a buscar a los demás niños.
- ¡La tengo, la tengo! - gritaba Juan con la llave en la mano.
Todos se abrazaron muy contentos.
Pero la bruja, que todo lo veía en su bola de cristal, cogió su escoba, y fue volando hasta los niños.
- ¡Dadme la llave! - gritaba la bruja, surcando el aire en su escoba.
Entonces Juan, urdió un plan. Hizo unas llaves con plastilina, y se las dio a sus amigos.
- ¡Tengo yo la llave! - gritó uno de los niños, que montado en un caballito y enseñándosela, salió corriendo.
La bruja le siguió, gritando, - ¡Dámela, dámela!. Luego otro de los niños montado en otro caballito gritó: - ¡La tengo yo! - y le enseñó otra llave de plastilina. Al verla, la bruja dio media vuelta y le empezó a perseguir, - ¡Que me la des! - gritaba.
Así, llevaron a la bruja hasta "el pozo sin fondo", que se hallaba en el mismo centro del reino de la bruja, y donde esperaba Juan con la llave verdadera.
- ¡Bruja! - le gritó, -¡ésta es la llave verdadera, si la quieres, Cógela!.
Y arrojó la llave al pozo.
- ¡noooooooooooooooo.................!  - gritó  la bruja lanzándose al pozo para cogerla, y desapareciendo en él, mientras sus gritos se perdían en la oscuridad.
En ése instante, el embrujo se deshizo, y aparecieron Juan, los niños, y los caballitos, en el tiovivo mágico
Ante la sorpresa de los niños, los caballitos seguían siendo de carne y hueso, aunque no estaban en el mundo del tiovivo mágico, por lo que muy contentos, cabalgaron y cabalgaron hasta el anochecer, y así durante el resto de sus vidas.


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