Tomasi, era una cerdita que le gustaba mucho comer. Se pasaba el día comiendo, por lo que se puso muy, muy gorda. Su dueño, muy orgulloso del tamaño deTomasi, la mostraba a todo el mundo.
Un buen día, fue un camión a la granja, y se llevó a Tomasi hasta una plaza, donde la metieron en un pequeño corral. Al día siguiente, se vio rodeada de un montón de gente que bebía sidra, comía txistorra, y charlaba alegremente.
- Mira aita, ¡Que cerda tan gorda!, dijo Mara, una niña vestida de caserita. - pero está triste.- Y acercándose, le acarició el hocico.
- ¡Compra un boleto aita! -le dijo Mara a su padre, ya que estaban rifando a Tomasi. - Yo la cuidaré si nos toca.
- Bueno, toma el dinero - le dijo su aita, - total, éstas cosas nunca tocan.
Pero dio la casualidad que ésta vez, si que tocó, y se tuvieron que llevar a Tomasi con ellos.
En su casa, había un jardín grande, por lo que Tomasi pudo quedarse allí, en una casita que le construyeron entre Mara y su padre.
Mara y Tomasi, jugaban mucho juntas, por lo que se hicieron muy amigas. Les gustaba revolcarse por la hierba, buscar bellotas y bañarse juntas con la manguera.
Un día, cuando Mara se iba a la cama, escuchó una conversación entre sus padres:
- Tenemos que deshacernos de Tomasi - decía su aita.- Come mucho, y los vecinos no dejan de murmurar.
- Pero le partirás el corazón a Mara................
- ¡Esta decidido!, mañana la llevo al matadero.
Mara, se fue a su cuarto sin que le oyeran. "-No lo voy a permitir"- pensó. Así que cuando sus padres se durmieron, cogió su mochila, y la llenó con algo de ropa, comida, y sus cuentos favoritos.
- Vámonos Tomasi - dijo Mara, cogiendo a la cerdita de su correa y saliendo a la calle. - Aquí ya no nos quieren.
Mara y Tomasi, se pusieron a andar, sin dirección por los caminos del valle que rodeaba la ciudad, al principio tristes, pero el sol brillaba en el cielo, hacía un día precioso, y los pájaros cantaban, por lo que fueron animándose poco a poco.
Llegó la hora de comer, y Tomasi, sin pensárselo dos veces, tiró una valla con la cabeza, y se metió en un campo de zanahorias, donde se comió todo lo que encontró.
De pronto, oyeron unos gritos:
-¡Mis zanahorias!, ¡maldito cerdo!.
Era el dueño del campo de zanahorias, que levantando las manos, se les acercaba corriendo.
Entonces Tomasi salió corriendo, asustada.
- ¡Te cogeré! - gritaba el casero. Y llamando a sus perros, los soltó en busca de Tomasi.
Los perros eran mucho más rápidos que Tomasi, y con su gran olfato, enseguida dieron con ella. Ladrando y enseñándole los dientes, la acorralaron entre unas rocas. Estaba muerta de miedo.
Entonce, llegó el casero con la escopeta en la mano,
- Ahora verás - dijo, apuntándole con ella.
- ¡Espera! - gritó Mara, que había llegado corriendo hasta allí, casi sin aliento. - Perdónale, tenía mucha hambre. Llevamos todo el día sin comer.
El casero, que era una buena persona, Escuchò la historia de Mara, y decidió acoger a Tomasi en su caserío, con la condición de que ella le cuidara.
Así, Mara, iba al caserío a dar de comer y bañar a Tomasi, y como no, se lo pasaban en grande jugando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario