Cuentos para contar.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Tomasi, la cerdita glotona

Tomasi, era una cerdita que le gustaba mucho comer. Se pasaba el día comiendo, por lo que se puso muy, muy gorda. Su dueño, muy orgulloso del tamaño deTomasi, la mostraba a todo el mundo.
Un buen día, fue un camión a  la granja, y se llevó a Tomasi hasta una plaza, donde la metieron en un pequeño corral. Al día siguiente, se vio rodeada de un montón de gente que bebía sidra, comía txistorra, y charlaba alegremente.
- Mira aita, ¡Que cerda tan gorda!, dijo Mara, una niña vestida de caserita. - pero está triste.- Y acercándose, le acarició el hocico.
- ¡Compra un boleto aita! -le dijo Mara a su padre, ya que estaban rifando a Tomasi. - Yo la cuidaré si nos toca.
- Bueno, toma el dinero - le dijo su aita, - total, éstas cosas nunca tocan.
Pero dio la casualidad que ésta vez, si que tocó, y se tuvieron que llevar a Tomasi con ellos.
En su casa, había un jardín grande, por lo que Tomasi pudo quedarse allí, en una casita que le construyeron entre Mara y su padre.
Mara y Tomasi, jugaban mucho juntas, por lo que se hicieron muy amigas. Les gustaba revolcarse por la hierba, buscar bellotas y bañarse juntas con la manguera.
Un día, cuando Mara se iba a la cama, escuchó una conversación entre sus padres:
- Tenemos que deshacernos de Tomasi - decía su aita.- Come mucho, y los vecinos no dejan de  murmurar.
- Pero le partirás el corazón a Mara................
- ¡Esta decidido!, mañana la llevo al matadero.
Mara, se fue a su cuarto sin que le oyeran. "-No lo voy a permitir"- pensó. Así que cuando sus padres se durmieron, cogió su mochila, y la llenó con algo de ropa, comida, y sus cuentos favoritos.
- Vámonos Tomasi - dijo Mara, cogiendo a la cerdita de su correa y saliendo a la calle. - Aquí ya no nos quieren.
Mara y Tomasi, se pusieron a andar, sin dirección por los caminos del valle que rodeaba la ciudad, al principio tristes, pero el sol brillaba en el cielo, hacía un día precioso, y los pájaros cantaban, por lo que fueron animándose poco a poco.
Llegó la hora de comer, y Tomasi, sin pensárselo dos veces, tiró una valla con la cabeza, y se metió en un campo de zanahorias, donde se comió todo lo que encontró.
De pronto, oyeron unos gritos:
-¡Mis zanahorias!, ¡maldito cerdo!.
Era el dueño del campo de zanahorias, que levantando las manos, se les acercaba corriendo.
Entonces Tomasi salió corriendo, asustada.
- ¡Te cogeré! - gritaba el casero. Y llamando a sus perros, los soltó en busca de Tomasi.
Los perros eran mucho más rápidos que Tomasi, y con su gran olfato, enseguida dieron con ella. Ladrando y enseñándole los dientes, la acorralaron entre unas rocas. Estaba muerta de miedo.
Entonce, llegó el casero con la escopeta en la mano,
- Ahora verás - dijo, apuntándole con ella.
- ¡Espera! - gritó Mara, que había llegado corriendo hasta allí, casi sin aliento. - Perdónale, tenía mucha hambre. Llevamos todo el día sin comer.
El casero, que era una buena persona, Escuchò la historia de Mara, y decidió acoger a Tomasi en su caserío, con la condición de que ella le cuidara.
Así, Mara, iba al caserío a dar de comer y bañar a Tomasi, y como no, se lo pasaban en grande jugando.

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