Cuentos para contar.

viernes, 12 de junio de 2015

EL cuervo

A Carlos le encantaba ir al parque, pero no para jugar al fútbol o al escondite con los amigos, sino para ver a los artistas que diariamente ofrecían sus espectáculos por unas monedas.
Estaba de vacaciones, y la tarde era espléndida, por lo que se preparó un sanwich de jamón y queso y se fue al parque en bici.
Los "coralillos" ya habían florecido, y un intenso olor a miel empapaba el aire. Cogió el atajo que entre los helechos y laureles, le llevó directamente al estanque. De la mochila sacó media barra de pan, ya duro, de ayer, y lo desmenuzó sobre el agua. Al momento, patos, tortugas, peces y palomas, se disputaban las migas mojadas. Una vez acabado el festín, Marcos se subió de nuevo a la bici y cruzó el camino principal hasta el kiosco, donde solía actuar el payaso. Pero le encontró sentado en un banco con los codos sobre las rodillas, los mofletes apoyados en las palmas de las manos, y la mirada perdida.
- ¿Te sucede algo? - le preguntó.
- ¡No podía haber sucedido nada peor! - dijo el payaso mirando al cielo y alzando las manos - ¡el cuervo!, ¡el maldito cuervo!, ¡se paró frente a mí, y me miró fijamente con sus ojos negros!, ¡robándome el alma, la vida, mi alegría!, ¡Y que es un payaso sin alegría!, ¡nada, no es nada!, ¡un esperpento!
Y clavó su mirada en el suelo, dejando caer los brazos entre sus piernas abiertas.
Marcos, desconcertado, cogió su bici y se dirigió a la explanada donde los pavos reales exhibían sus majestuosos abanicos que tenían por cola. Allí era donde el mago hacía sus trucos. Pero lo encontró buscando algo entre unos arbustos.
- ¡Tiene que estar en algún sitio! - decía nervioso.
- ¿Qué buscas? - le preguntó Carlos.
- ¡Mi conejo!, ¡no está aquí! - dijo metiendo la mano en su sombrero de copa - ¡como agarre a ese maldito cuervo, le haré desaparecer para siempre!
Entonces miró fijamente a Carlos.
- ¿No habrás visto tú a mi conejo?
- No, que va.........
- ¡Me ha robado mi magia!, ¡maldito pajarraco!.......¡quizás esté entre tus pantalones!, ¡vamos conejito, sal de ahí!
El mago se le acercó con la vista fija en su bragueta. Carlos subió a la bici, y escapó lo más rápido que pudo.
Mientras pedaleaba, pensaba en los extraños acontecimientos que acababan de suceder, y en el cuervo, que era el origen de los mismos.
Entonces fue donde Andrés, el cantautor, que ofrecía sus canciones en la zona de picnic, al lado de los grandes robles. Le encontró apoyado en uno de ellos, con la guitarra a su lado, guardada en la funda.
- ¿No tocas? - le preguntó.
- No, no estoy inspirado.
- No será por casualidad por el cuervo.
- ¿Como lo sabes?
- Me lo imaginaba. ¡No creerás en serio que él tiene la culpa!
Andrés le miró con resignación.
- Cuando un cuervo te mira fijamente ¡te roba el alma!
- ¡venga hombre!,y si fuera así, ¿qué tienes que hacer para recuperarla?
- ¡Matar al cuervo!, no hay otra manera.
Carlos se quedó pensativo.
- ¡Lo encontraré! - dijo, y cogiendo la bici se dirigió al bosque de hayas, que ocupaba la zona este del parque, y donde había un comedero para pájaros; tarde o temprano el cuervo pasaría por allí.
Se sentó debajo de un haya, sacó la armónica que siempre llevaba consigo, y se puso a tocar. Pensó que el cuervo se sentiría atraído por la música, y así fue; un gran pájaro negro le observaba con sus oscuros ojos clavados en él. Siguió tocando, y se dio cuenta que iba a ser incapaz de matarle.
"Simplemente es un animal curioso, que se siente atraído por lo que hace el payaso, el mago y el cantautor,y ahora se acerca al escuchar mi armónica." - pensó.
Se levantó, miró con cariño el cuervo, y fue a toda prisa en su bici a ver al payaso. Este, seguía sentado en el banco, con la mirada en el suelo.
- Oye, ¿quieres que te cuente un chiste? - le dijo.
- ¿Un chiste?
- Si, escucha: ¿Sabes que hace una interrogación en un campo de patatas? Pues sembrar la duda.
El payaso se quedó pensativo.
- sembrar la duda - repitió - sembrar la duda,.....¡sembrar la duda!, ¡sembrar la duda! - decía cada vez más alto, mientras reía a carcajadas - ¡sembrar la duda!
La gente que había a su alrededor se acercó. Al verles, el payaso contó el chiste, y al ver que todos se reían, siguió con los de su repertorio. El payaso había recuperado su alegría.
Entonces Carlos fue donde el mago. Este continuaba buscando su conejo, entre las colas de los pavos reales, los cuales huían despavoridos. Cogió una baraja de cartas del mago y su megáfono:
- ¡Señoras y señores, acérquense si quieren ver los más increíbles trucos de magia! - dijo a pleno volumen.
Se formó un pequeño corro alrededor de él.
- Ahora observen.
Intentó pasar las cartas de la baraja de una mano a otra, como hacen los magos, pero se le cayeron todas al suelo. Entonces el mago que se había acercado por el alboroto, cogió otra baraja.
- ¡ Pero que torpe! - dijo, y con gran maestría pasó las cartas de una mano a otra sin caérsele ni una sola.
Todos aplaudieron, y el mago siguió con sus trucos entre las ovaciones del público.
Discretamente, Marcos dejó al mago con su recuperada confianza, y fue donde Andrés, el cantautor, que dormitaba debajo de un roble. Se sentó junto a él, y sacó su armónica. Se puso a tocar, y al oírle el músico, no  se pudo resistir a acompañarle con la guitarra. La gente que pasaba por ahí, se paraba a escucharles, y tocaron hasta que se puso el sol, ¡ante la atenta mirada de un cuervo muy curioso!


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