Cuentos para contar.

viernes, 23 de mayo de 2014

Hermanos montañeros (parte 2ª)

Cuando llegó a casa, Josu le echó en cara a su hermano lo que había visto en el reflejo del río, ya que creía plenamente en lo que le había contado la chica del río. Iker lo negó todo, y tuvieron una fuerte discusión, que acabó con Yosu cogiendo las maletas y yéndose a  vivir lejos de su hermano.
Iker estaba muy contrariado por la actitud de su hermano, pero le quería mucho, por lo que se propuso descubrir qué le sucedía. Fue a la casa donde vivía ahora Josu , y se escondió cerca de ella, tras unos arbustos. Esperó un rato, hasta que le vio salir del portal. Entonces le siguió sin que se diera cuenta. Como todos los días, Josu se dirigió al Adarra, para estar con su amante. Al llegar al río, vio a la chica. Llevaba un vestido largo que le llegaba hasta los pies, y se peinaba el largo pelo plateado con un cepillo dorado. Al verla Josu, fue corriendo a su encuentro, y se unieron en un fogoso abrazo. Iker, esperó a que Josu se fuera para hablar a solas con la chica. Entonces, salió de su escondite. Al verle la chica, corrió hacia el río, pero la falda de su vestido se quedó enganchada en unas zarzas. Al tirar de ella, la falda se rasgó, dejando al descubierto ¡ pies de oca!, con los que, de un salto, se zambulló en el río, perdiéndose en sus profundas aguas.
Josu se quedó petrificado ante lo que había visto.
Al llegar a casa, reflexionó sobre lo sucedido, y decidió ir a pedir consejo a Maritxu, la bruja buena de Ulía.
Maritxu vivía en una humilde casa en el monte Ulía. Allí recibía a la gente, para ayudarles con su don de clarividencia, a cambio de la voluntad. Iker llamó a la puerta, de la que colgaba un cardo seco. - ¡Entra! - escuchó -, ¡está abierta!
Se encontró con una modesta sala de aspecto rústico, adornada con utensilios antiguos de campo, e iluminada débilmente por el fuego de una chimenea. Frente a ella, una delicada anciana hacía punto sentada en una silla.
- Pasa - le dijo la anciana al verle parado en la puerta -, siéntate y cuéntame que es lo que te tiene tan atemorizado -.
Maritxu, dejó la aguja y la lana en la repisa de la chimenea, y le miró con intensidad y ternura.
Al instante, Iker se tranquilizó.
- ¿Quieres unas galletas? - le ofreció la anciana acercándole una bandeja llena de ellas.
- Si gracias.
Mientras saboreaba las galletas, Iker le contó lo que había sucedido.
- Está claro que tu hermano es víctima del encantamiento de una "lamia" - le dijo Maritxu.
- ¿Una lamia?
- Si, es un ser mitológico que vive en los bosque vascos, y en otras muchas partes del mundo. Es mitad mujer, mitad animal, y puede ser benéfica o maléfica. Si es benéfica, intentará aprovecharse de tu hermano para sus propios fines: cortar leña, cazar........, pero si es maléfica, ¡lo devorará!
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Iker.
- ¿Y cómo podemos saberlo?
Maritxu se levantó, y rebuscó algo en un gran arcón que había junto a la ventana. Sacó de él un pequeño espejo de mano tapado con una bolsa de tela.
- Este espejo, es un fragmento del "Espejo de la verdad"(1). En él, se ve reflejada la verdadera naturaleza de cualquier ser. Deberás hacer que la lamia se mire en él, para que su verdadera naturaleza aflore, y se rompa el hechizo.
Después de charlar un rato, Iker se despidió de Maritxu, agradeciéndole su ayuda. Antes de irse, la anciana le dio un colgante con un laburu (2): - Esto te protegerá del hechizo de la lamia - le dijo -, llévalo contigo cuando te enfrentes a ella.
Al día siguiente, Josu cogió "El espejo de la verdad", se colgó la medalla con el laburu, y subió al Adarra temprano. Se escondió entre unos matorrales, cerca del río, donde se reunían la lamia y su hermano. Al rato, vio a Josu, que se acercaba con la mirada perdida. Entonces la lamia surgió del agua, y se subió a una roca.
- ¡Yosu! - le gritó Iker a su hermano -, ¡tenemos que hablar!.
Yosu le miró desconcertado.
- ¿Qué haces tu aquí? - le gritó furiosa la lamia.
- He venido para hablar con mi hermano.
La lamia le miró fijamente con sus profundos ojos azules, intentando hechizarle.
- Te he traído un regalo - le dijo Iker ofreciéndole el espejo, que guardaba en su mochila -, quiero que seamos amigos.
La lamia lo cogió, y quito la tela que lo envolvía. Al mirarlo, vio su mandíbula babeante y sus ojos rojos reflejados en él, y al instante, se transformó en la imagen del espejo.
-¡Maldito! - gritó la lamia arrojándose al cuello de Iker, y apretándolo con sus garras -, ¡vas a morir!.
Abrió entonces su enorme boca poblada de afilados colmillos, con la intención de morderle.
De pronto, se escuchó un golpe seco, que retumbó en todo el monte,  y la lamia cayó al suelo, con un buen chichón en la cabeza. Iker se incorporó, y vio entre la niebla de sus ojos, la silueta de su hermano, con un palo en la mano.
- ¿Estás bien? - le dijo, ayudándole a incorporarse.
- Si, si, vamonos a caso, tenemos mucho de qué hablar.

En los días siguientes, los hermanos fueron ascendiendo los montes que les quedaba para concluir el concurso, y lo ganaron; pero no por ello dejaron de ir al monte para disfrutar de él y del reto de sus cimas; eso sí, llevando siempre un laburu en el cuello, y el espejo de la verdad en la mochila.

(1) Saturnino en: El misterio del planeta cambiante
(2)  Significados del Laburu


3 comentarios:

  1. Si ya lo decía yo, no te fíes de las que se peinan en los ríos (lo de las patas de oca podría pasar)

    ResponderEliminar
  2. Tampoco te fíes de las pelirrojas de largas melenas, sobre todo si son de Bilbao.

    ResponderEliminar