Cuentos para contar.

sábado, 11 de enero de 2014

Ravioli: Amo del mundo (parte 5ª)

El siniestro plan de Igor

Ravioli y Malapata, con Rodi cogido del pescuezo, subieron las escaleras del torreón hasta la sala donde se encontraba "El espejo de Kambala". Los cuerpos amontonados de varios zombies puso en alerta a Ravioli, que cautelosamente empujó la puerta entreabierta de la sala.
- ¡Pasar, pasar!, ¡os estaba esperando! - dijo una voz desde su interior.
La estancia estaba rodeada de espejos, puestos de tal forma que el reflejo de todo el que entraba en la sala rebotaba en ellos hasta quedar reflejado en "El espejo de Kambala", que se levantaba majestuoso en un ala de la misma.
- ¿Quien eres? - Gritó Ravioli extrañado.
- Soy Igor, el hijo del príncipe de las tinieblas.
- ¡Un maldito chupasangre!; por eso no te hace efecto el poder del espejo.....................¿Y que es lo que quieres?.
- ¡Quiero el espejo!.
- Pues no te va a ser fácil conseguirlo. ¡Ve a por él! - le gritó a Malapata.
- ¡Como se acerque algún apestoso zombie, rompo el espejo! - dijo Igor blandiendo un candelabro.
-¡No!, ¡espera!, podemos llegar a un acuerdo.
-¡No hay acuerdo que valga!, ¡con el poder del espejo robaré el reflejo del sol, y las tinieblas se apoderarán de la tierra para siempre!.
- Así que ése es tu plan............... - dijo Ravioli pensativo. - Ya veo que es cierto que a los de tu especie no les gusta la luz del sol..................¡De acuerdo!, dejaré que lo hagas; a cambio compartiré la tierra contigo, es demasiado grande para un sólo rey.
El siniestro pacto llegó a buen término. Malapata y sus hombres fueron los encargados de transportar el espejo hasta la cima del monte Funji, el más alto de la región, y allí, en cuanto amaneciera, el reflejo del sol se proyectaría en la superficie del espejo quedando atrapado para siempre.

Amanecer en el monte Funji

- ¡Qué gran victoria! - Decía un Ravioli exultante a Rodi - ¡ante ti y ante Malapata, convertido en mi esclavo!.
- ¿Porqué no me has convertido en otro de tus zombies? - le preguntó Rodi.
- ¡Porque quiero que seas consciente de mi triunfo sobre ti y sobre la humanidad! - le respondió.
- ¡No vendas la pieza antes de cazarla!- le contestó Rodi.
Ya en la cima, el sol empezaba a asomarse tímidamente por el horizonte. Malapata y sus hombres, colocaron el espejo en el ángulo preciso para que éste se reflejara en él. Entonces, sucedió algo que dejó atónito a Ravioli: Malapta sacó su espada y de un certero golpe, ¡rompió el espejo en mil pedazos!. Entonces, todas las almas atrapadas en él escaparon como "lágrimas de San Lorenzo", cruzando el espacio hasta sus dueños.
- ¡Que has hecho!, ¡que has hecho! - gritaba Ravioli, de rodillas, tirándose de los pelos.
- ¡Estas malditas lentillas!- gritó Malapata, mientras se quitaba unos cristalitos blancos que tenía pegados a los iris de sus ojos - ¡me están cociendo los ojos como si fuesen guindillas!.
- ¡Pero......pero........!, ¡si eres mi esclavo!.
- ¡Ravioli, Ravioli! - dijo Rodi condescendiente - sólo hay algo de lo que Malapata es esclavo y por lo que vendería su alma, y es el brillo del oro entre sus manos.
- Pero.........¿como?.
- Antes de subir al monte Funji conseguí hablar a solas con Malapata, y le ofrecí una inmensa fortuna apadrinada por "El príncipe de las tinieblas", y ni siquiera el poder del "Espejo de Kambala" pudo superar la insaciable sed de oro de Malapata.
- ¡Deja de hablar y dame mi oro sabandija! - bramó Malapata -  ¡o te convierto en cebo para tiburones!.
Entonces, entrecortada en el horizonte, apareció la digna silueta del "Príncipe de las tinieblas".
- Tranquilo Malapata, tendrás el oro prometido. En cuanto a ti Igor - dijo dirigiéndose a su hijo - tendrás que rendir cuentas ante mi y ante el consejo.
- ¡Pero padre!, ¡lo hice por el bien de nuestra especie!.
- ¿ De nuestra especie?, ¿o de tus ansias de poder?.. ¡ Me has decepcionado hijo!.
Igor bajó la cabeza apesadumbrado.
Rodi contemplaba la escena satisfecho, hasta que le invadió un temor:
- ¿Donde está Ravioli? - preguntó mirando alrededor. Todos le buscaron extrañados: ¡Había desaparecido!.


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