Cuentos para contar.

sábado, 4 de enero de 2014

Ravioli: Amo del mundo (parte 4ª)

Asalto a la fortaleza infernal

Igor, el hijo del Conde, y Rodi, se internaron en el pantano. Allí se encontraba el acceso a un pasadizo que llevaba hasta la  fortaleza Infernal, donde Ravioli había reunido su ejército de zombies. El Conde conocía todos los secretos de la fortaleza, ya que ésta había pertenecido a sus antepasados.
- ¿No deberíamos haber traído más hombres? - se lamentaba Rodi.
- Me basto y me sobro para acabar con cualquier estúpido zombie - respondió Igor.
- ¡Pero habrá todo un ejército!, y entre ellos Malapata y sus hombres, que te aseguro que son duros de pelar.
- ¡Tonterías!, ¿no sabes que los de mi especie tenemos la fuerza de 10 hombres?. Mira allí está la entrada.
- Sólo veo una roca.
Igor, cogió la roca como si fuera una pluma y la arrojó lejos. Debajo había unas escaleras que llevaban a un subterráneo.
- ¡Venga, no tenemos tiempo que perder! - gritó Igor.
"Pues si que es fuerte el condenado" - pensaba Rodi.
Encendieron unas antorchas y se internaron en el túnel. Al cabo de unas horas el pasadizo empezó a ascender, hasta una trampilla. Al otro lado se encontraban las caballerizas de la fortaleza. Igor levantó la trampilla, miró alrededor, y de un salto se plantó en medio de los caballos, que asustados empezaron a relinchar.
-¡ Tranquilos!, ¡no pasa nada! - dijo acariciando el lomo de uno de ellos.
- ¡Vamos sube! - le dijo a Rodi.
- ¿Qué tal si me ayudas?.
Suspirando, Igor cogió de una pata a Rodi y le subió a las caballerizas.
- Tenemos que llegar hasta la sala del espejo. ¿Donde estará? - preguntó Igor.
- Estará en aquella torre, es la más vigilada - dijo Rodi señalando un alto torreón - además Malapata y sus hombres hacen guardia en la puerta, por lo que es seguro que el espejo está allí.
- Acabaré con ellos en un santiamén - dijo Igor encaramándose al marco de la ventana.
- ¡Espera!, tenemos que intentar pasar desapercibidos, ¡son cientos de zombies!, ¡no podrás con todos!.
- ¡Lo dudo! - contestó Rodi bajando del marco y cruzando los brazos.
Esperaron a que cayera la noche, y como una sombra más, Igor se deslizó hasta el torreón, evitando a los vigilantes. Entonces escaló el muro con ágiles movimientos arácnidos, y entró por la ventana más alta.
Mientras, Rodi se dirigió hasta la puerta del torreón, donde se encontraban Malapata y sus hombres. Este, en cuanto le vio, le agarró por el pescuezo.
- ¡Malapata!, ¡que soy Rodi! - le dijo.
Sin inmutarse, Malapata le arrastró a presencia de Ravioli, que cenaba opíparamente en el comedor del castillo.
- ¡Vaya!, ¡a quien tenemos aquí!, ¡si es Rodi, el famoso contramaestre de Malapata ! - dijo al verles.
- ¡Eres un maldito loco! -  gritó Rodi.
- Un loco con mucho poder - respondió Ravioli.
- ¡No eres nada sin el espejo!.
- ¡ Pero el espejo es mío!, ¡ todos me obedecen a mí!, ¡y tú serás el próximo!; ¡Vamos! - dijo Ravioli levantándose de la mesa.
 Malapata cogió de nuevo a Rodi, y se dirigieron al torreón donde estaba el Espejo de Kambala: ¡La suerte estaba echada!.



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