Cuentos para contar.

viernes, 24 de enero de 2014

La gran carrera

¡Sólo quedaba un día para la gran carrera! Los participantes: El leopardo, la rana, el canguro, y la mariquita, se habían preparado a conciencia.
Las apuestas se inclinaban aplastantemente por el leopardo, seguido de cerca por el canguro. Nadie daba un euro por la rana, y menos por la mariquita.

La mamá de la mariquita, le arropaba en la cama antes de dormirse. -No sé cómo se te a ocurrido participar en la carrera- le decía.
-Es mi sueño mamá.
-¡Pero si sólo eres una simple mariquita! ¿Cómo piensas que puedes ganarle al leopardo o al canguro? ¡Ni siquiera a la rana le puedes ganar!
-¡he entrenado mucho!; además, no me importa si gano o pierdo.
-Tú verás lo que haces, pero vas a hacer el ridículo.
La mariquita quedó apesadumbrada por la falta de confianza de su madre; pero recordó los buenos ratos que había pasado en los entrenamientos, y se durmió satisfecha, con una impaciente emoción cosquilleando su estómago.

Los corredores se encontraban en la línea de salida; la expectación era máxima; todos los medios de comunicación habían acudido para cubrirla; el búho dio el pistoletazo de salida, y los corredores salieron raudos hacia la meta, ¡y la gloria!
El leopardo, con grandes zancadas, cogió ventaja al resto de corredores; pero al llegar al desfiladero, se encontró con que un desprendimiento había hecho rodar una gran piedra, que taponaba el camino, por lo que no pudo seguir.
El 2º en llegar fue el canguro; que dando un tremendo salto, pasó por encima de la piedra. La rana tampoco tuvo problemas para saltar por encima de la piedra con sus poderosas ancas. Al rato llegó la mariquita, que pacientemente, trepó por la piedra con sus patitas pegajosas.

El canguro iba en cabeza, seguido de cerca por la rana; hasta que dio con un arroyo que cruzaba el camino; las últimas lluvias habían hecho desbordar el río. El canguro, que no sabía nadar, vio así frustrada su participación en la carrera. La rana, perfecta nadadora, se arrojó al agua, y cruzó el arroyo poniéndose en cabeza. ¿Y la mariquita?; llegó al rato, ¡mucho rato!, y desplegando sus alitas, cruzó el arroyo por el cielo.

La rana, exultante, se veía ya vencedora; cuando una mano la agarró por el pescuezo: ¡Era un niño!, que no pudo resistirse en coger a la rana y llevársela a su casa para jugar con ella.
En la línea de meta ¡nadie daba crédito a sus ojos!; ¡la pequeña mariquita llegaba en 1ª posición!; levantó sus 2 patitas delanteras como símbolo de victoria, y la cruzó, eufórica, entre flashes y aplausos.



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