Cuentos para contar.

viernes, 17 de mayo de 2013

El dragón menguante

Erase que se era, un dragón al que le gustaba asustar a todos los animales del bosque, para demostrarles lo grande y fuerte que era.
Iba donde se encontraban los elefantes agitando sus grandes alas y echando fuego por la boca, mientras daba alaridos escalofriantes. Los pobres elefantes, salían despavoridos sin saber donde esconderse.
Luego, se dirigía donde pacían los caballos, y de la misma manera que a los elefantes, les asustaba inmisericorde.
No contento, el dragón se dirigía donde los  conejos, los ratones, e incluso donde las diminutas hormigas, para asustarles y demostrar, que él era el más grande y el más fuerte.

Un día se cruzó con el dragón un hada.
-"Ahora verá" - pensó. Y agitando sus grandes alas y echando fuego por la boca mientras aullaba, fue  hacia el hada, que descansaba en un tronco.
- ¿Te duele algo? - le dijo el Hada sin inmutarse.
- ¿No te doy miedo? - le dijo el dragón contrariado.
- ¿Miedo?, lo que me das es dolor de cabeza con tanto grito - le contestó el Hada.
- ¡Soy el más grande y poderoso dragón que ha pisado ésta tierra, y todos los animales me temen!
- Así que eres tú el que tiene atemorizados a todos los animales del bosque. Pues te andaba buscando.
Si no dejas de asustar a todo el mundo, te haré un hechizo para convertirte en el más insignificante de los animales.
- ¡Ja, ja ja! - se rió el dragón ,- si puedo aplastarte con la uña de un dedo.
- pues no me dejas otra opción.
Y moviendo su barita mágica, pronunció el encantamiento:
-¡oyabá, oyabía, cada día que pase te harás más txikia (1)!
 El dragón, se miró asustado, pero vio que seguía siendo el mismo, así que de un  bocado se tragó al hada.
- ¡Encantamientos a mí! - decía entre carcajadas.

Al día siguiente, el dragón se dirigió donde estaban  los elefantes, para asustarles,  como todos los días.
- ¡Os voy a comer con patatas! - gritaba el dragón.
Pero al acercarse a uno de los elefantes, éste le agarró del cuello con la trompa, y lo lanzó lejos.
¡Apenas le llegaba a la trompa!.
El dragón se fue a su guarida con el rabo entre las piernas.

Al día siguiente, el dragón fue donde los caballos.
- "¡Ahora verán, se van a enterar de quien soy yo!" - Pensó.
Pero al llegar, vio sorprendido que ¡apenas les llegaba a la cola!.
Los caballos persiguieron al dragón y le pegaron con sus largas patas.

Al día siguiente, el dragón, muy enfadado fue donde los conejos.
- "Estos pequeños conejos no podrán hacerme daño, "- pensaba - "me desquitaré con ellos"
Pero ¡apenas les llegaba al hocico!, y éstos le mordieron con sus dientes afilados.

Al día siguiente, el dragón, ya temeroso, pensaba:
-" Iré  donde los ratones, ¡no pueden ser más grande que yo!.
Pero ¡Así era!, y los ratones jugaron con el como si de un insecto se tratara.

Al día siguiente, el dragón ya no se atrevía ni a salir de su guarida.
- "Esto no puede estar pasándome", - pensaba. - "iré donde las insignificantes hormigas", y les pisaré a todas.
Al llegar al hormiguero, vio salir a una de las hormigas, y descubrió aterrorizado que su cabeza era tan grande como él, así que la hormiga le agarró con su boca, y se lo llevó dentro del hormiguero, para que sirviera de comida.

Dicen que el dragón siguió y siguió haciéndose más pequeño cada día que pasaba, pero nadie lo sabe a ciencia cierta, porque nadie puede verle.

(1) txikia: Pequeño en euzkera.


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