Cuentos para contar.

sábado, 5 de diciembre de 2015

El centrifugado

El todavía inmaduro sistema digestivo del bebé, devolvió la papilla, empapando por completo la mantita rosa de lana que lo cubría. Estaba echa a mano, con cariño y dedicación, por la abuela Marisa, que había bordado también el nombre de la niña con letras caligráficas.
La mamá, cogió la manta, y limpió delicadamente la boca del bebe, con la parte seca. Luego la echó al cubo de la ropa sucia, donde se inició una interesante conversación entre la mantita, un calcetín, una sudadera, y una corbata.
- ¡Qué haces tu aquí! - le dijo el calcetín a la manta - se supone que la ropa delicada se lava a mano.
- No lo se - respondió - es la primera vez que me manchan.
- Pues vas a acabar hecha trizas - habló la corbata.
- ¡Venga ya, si es muy divertido! - dijo la sudadera - sobre todo al final, cuando la cosa se desmadra.
La mantita se asustó.
- ¿Qué es lo que me van a hacer?
- Nos van a meter a todos en la lavadora para darnos un buen baño  - dijo entusiasmada la sudadera.
- Tranquila - continuó solemne el calcetín - se trata de una máquina en la que damos vueltas y vueltas entre agua y jabón.
- ¡ Hasta que llega el final! - saltó la corbata - ¡ y se convierte en una endiablada trituradora que deshilacha las más resistentes telas!, ¡sólo los más fuertes sobreviven!
- ¡No te pases!, Yo he pasado por cientos de lavados, y mira, como nuevo - dijo el calcetín, intentando ocultar el talón, donde se apreciaba cierto desgaste.
Ante la diversidad de opiniones, la mantita quedó sumida en una gran incertidumbre.
Cuando el cubo de la ropa sucia estuvo lleno, el papá se lo llevó hasta la lavadora, y metió la ropa en ella, sin fijarse en la delicada manta rosa que debería haber lavado a mano. Echó el detergente y el suavizante en la cajetilla, y puso en marcha la lavadora en el programa habitual.
El tambor de la lavadora se llenó de agua caliente y jabón,
"Vaya, es agradable, el agua está caliente y perfumada".
y empezó a dar vueltas.
"Bueno, es bastante molesto, pero puedo acostumbrarme".
La suela de una zapatilla empezó a rasgarla, allí donde estaba bordado el nombre de la niña.
"Aguantaré, no puede quedar mucho.......".
Al cabo de un tiempo, empezó el centrifugado; la zapatilla desgarraba la delicada lana en cada violenta vuelta del tambor.

El papá, abrió la puerta de la lavadora, y sacó la ropa con gran disgusto: ¡La sudadera, el calcetín, la corbata,......! ¡toda la colada estaba teñida de rosa!
De la mantita no quedaba ni rastro.

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