Cuentos para contar.

sábado, 15 de agosto de 2015

El pirata Malapata y los espíritus de la naturaleza (3)

El almirante Górgobich, de la armada real, oteaba el horizonte con su único ojo, mientras se reflejaban los rayos del sol nuevo en su otro ojo de cristal. Como Acab, buscaba al pirata Malapata como un perro de presa, desde que perdió uno de sus ojos por el coletazo de una ballena, al verse involucrado en "El baile de las ballenas"(1), por culpa del pirata.

El vigía dio el grito de alarma: - ¡Barco a la vista!
A unas millas de distancia, ondeaba al viento la bandera negra del "Delfín Volador", el barco del pirata Malapata.
- ¡Mantenga el rumbo! - ordenó Górgobich al timonel.
La fragata Hélix, comandada por Górgobich, se acercaba al Delfín Volador, sin que éste pareciera preocuparse por su proximidad.
"- Algo trama ése maldito pirata" -  pensaba el almirante.
Cuando el Hélix estuvo lo suficientemente cerca, Górgobich dio orden de virar al noroeste, para poner al Delfín en el punto de mira de sus cañones.
- ¡Preparados para abrir fuego! - Gritó Górgobich a los artilleros.
Pero antes de que pudieran hacerlo, una ola de más de 20 metros arroyó al Hélix, hundiéndolo en los abismos marinos.
Górgobich, que flotaba entre los restos de su barco, agarrado a una tabla, materializaba su odio hacia Malapata con una nueva úlcera de estómago.
Lo que no sabía el almirante, es que la gran ola había surgido de un remolino de agua, que en ese momento estaba engullendo al Delfín en una infernal espiral.

- ¡Haz algo Rodi!. ¡o acabaremos destrozados!, ¡por las entrañas de belcebú!
- ¡ Lo intento capitán, lo intento!: "¡Desde el mismo centro de la tierra, convoco el poder de los vientos, para poner orden en el caos del mundo!"
De pronto, un gran tornado se formó encima del Delfín, y lo arrastró fuera del remolino, hasta los arrecifes de Isla Victoria, donde quedó encallado.

La tripulación del Delfín, todavía sobresaltada por  la situación vivida, se afanaba por reparar los innumerables daños sufridos.
- ¡Vamos gandules, a trabajar!, ¡los hombres del rey pueden aparecer en cualquier momento! - gritaba Malapata.
- ¡Te lo dije capitán!, las leyes de la naturaleza obedecen a la ley de la reciprocidad: "Toda acción genera una reacción igual y de sentido contrario".
Malapata le miraba con extrañeza.
- Osea - continuó - Que si utilizamos el medallón para hacer el mal, éste nos volverá a nosotros, y nos ocurrirá algo malo.
- ¡ Panplinas!, ¡trae el medallón, yo me haré cargo.
Rodi le dio el medallón con resignación, sabía que no se podía discutir con Malapata.

Cayó la noche, y mientras Malapata y sus hombres dormían agotados en cubierta, una figura delgada y siniestra, subía por la cadena del ancla del Delfín.Se acercó a Malapata, y de un tirón le arrancó el medallón. Malapata se despertó sobresaltado, y sintió la punta de una espada en el cuello.
- ¿Durmiendo la borrachera Malapata?
- ¡Górgobich!, ¡Maldito hijo de una hiena reumática!
- ¡Tan elocuente como siempre!
- ¡Devuélveme el medallón!, ¡no es para que jueguen con él ineptos como tú!
- Se perfectamente de lo que se trata: "El medallón de los Espíritus de la Naturaleza", soy un experto en magia negra, y al ver la ola supuse que lo teníais en vuestras sucias manos. Y ahora, antes de matarte quiero que veas como destruyo a tu tripulación, y tu querido barco.
Górgobich alzó los brazos y dijo: "¡Desde el centro de la tierra, convoco el poder del fuego, para que purifique el mundo!"
Cientos de rayos cayeron del cielo sobre el Delfín. Górgobich, con el rostro desencajado por las carcajadas, observaba entusiasmado como los rayos convertían su cubierta en una barbacoa, iluminando la noche como una antorcha. Pero uno de los rayos, alcanzó de lleno a Górgobich, calcinándolo. Quedó de él una macabra estatua de ceniza, con la boca abierta en una patética carcajada, que el viento deshizo.
Rodi, sin perder un segundo, cogió el medallón, y convocó al espíritu del agua para que apagara el fuego con una intensa tromba sobre el Delfín.
- "La ley de la reciprocidad" ha hecho de nuevo su trabajo - dijo Rodi, al ver el montón de cenizas en el que se había convertido Górgobich.

- ¡Rodi, maldita rata bastarda!, ¡donde está el medallón!, ¡que te revienten las tripas, y te explote la cabeza para que coman tus retos los buitres! - blasfemaba Malapata en la cubierta del Delfín.
Mientras, Rodi, dejaba caer el medallón en el agua, subido al bote con el que se había alejado unos metros del navío.
" - Es mejor no jugar con las leyes de la naaturaleza, sobre todo si tu espíritu no es puro" - pensaba.

(1) El baile de las ballenas

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