Cuentos para contar.

viernes, 17 de julio de 2015

Las aventuras de RIna, la gata callejera: La riada.

Anochecía; el sol se llevaba consigo sus últimos rayos, dejando la noche fría y oscura.
Rina arrimaba el lomo al motor de un coche que acababa de aparcar, y que se mantenía todavía caliente. Se recostó sobare una de las rudas, molesta por el humo de los coches que pasaban cerca. Se quedó adormecida con el calorcillo y el run-run de los motores.
Un ruido fuerte le despertó; ¡la rueda en la que se apoyaba empezó a girar! Dio un salto hacia un lado, ¡la rueda trasera también giraba!, y se acercaba rápidamente. Un nuevo salto le hizo salir de debajo del coche, y corrió hasta ponerse a salvo entre unos arbustos. Vio como el coche se alejaba; su mirada de terror delataba la firme decisión de no volver a acercarse a una de esas temibles cosas.

Hacía cada vez más frío, el cielo raso anunciaba helada; si no encontraba pronto un refugio, no lo contaría.
Al lado de un contenedor de basura, Rina vio una caja de madera con una abertura en uno de sus laterales. Contorsionó su elástico cuerpo para meterse por ella, y se ovilló en una de sus esquinas. Allí la temperatura era mucho más agradable que en el exterior, y su cuerpo tembloroso fue ganando calor, hasta quedarse dormida.
De pronto se levantó un fuerte viento, y el cielo, plagado de estrellas, desapareció, cubierto por negras nubes. Al momento, se desencadenó una fuerte tormenta, y empezó a llover de forma copiosa. Llevaba 3 días sin parar de llover, y el río que bordeaba la ciudad estaba a punto de desbordarse. Y eso ocurrió, al coincidir la tormenta con la pleamar, ya que la ciudad se encontraba al lado de la costa.
De nuevo un fuerte ruido despertó a Rina; la caja en la que dormía era arrastrada por el río, que extendía sus brazos de agua por las calles de la ciudad. Intentó salir de la caja, pero el agua que entraba a borbotones por la apertura, se lo impidió. Le invadió el pánico, y se puso a arañar frenéticamente las paredes de la caja. De pronto la caja se paró; Rina se quedó muy quieta, expectante. El agua dejó de entrar, y acercándose a la apertura de la caja, asomó la cabeza. La caja se había quedado enredada entre las ramas de un árbol que había quedado sumergido por el agua. Más allá, la corriente volvía a su cauce, y corría violenteamente por él; si la caja llegaba hasta el río,acabaría destrozada contra las piedras, con Rina dentro.
Cerca de donde se encontraba, había un coche que también había sido arrastrado por la corriente, y se encontraba atrancado entre unas piedras; si conseguía llegar hasta él, podría subir por ellas y saltar a una casa próxima. Pero el terror le invadió, al acordarse del incidente que tuvo con una de aquellas bestias, en el que casi es aplastada por una de sus temibles extremidades. Se quedó paralizada; la caja empezaba a moverse, desenbarazándose de las ramas. Miró al río desatado, luego a la bestia...........y saltó hacia la bestia.
Cayó en el techo del coche, mientras veía como la caja se hacía trizas entre las rocas. Miró hacia la casa; no se sentía con fuerzas para llegar a ella, y seguía diluviando. Entonces vio como una de las bocas de la bestia estaba abierta, una de las ventanillas del coche estaba rota, y sin pensarlo, se deslizó en su interior.
El interior de la bestia era mullido, y la temperatura buena. Allí dentro, no parecía tan peligrosa, incluso le pareció afectuosa, así que se durmió entre sus fauces, mientras escuchaba el ruido de la lluvia al golpear su piel de hierro.

Cuando despertó, había dejado de llover, y los hombres se afanaban en reparar los estragos ocasionados por el río al salirse de su cauce. Se estiró perezosamente, y salió del interior de la bestia, agradeciéndole su protección. El sol volvía a brillar en el cielo.

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