Cuentos para contar.

viernes, 24 de abril de 2015

La leyenda del "Robacorazones" (2)

Luis se puso a caminar sin saber hacia donde . Se fue internando por un bosque, hasta un lago cubierto de niebla. Escuchó un crujido proveniente del agua; una barca se acercaba a la orilla del lago, entre la niebla. En ella, un personaje con una capucha que le tapaba el rostro y una túnica negra, remaba de pie sobre la popa de la embarcación.
- ¡Sube! - le dijo con una voz que no parecía humana.
Temblando de pies a cabeza, subió al bote. Sin pronunciar una sola palabra, el barquero remó pausadamente hasta la otra orilla, entre un silencio absoluto. Allí el barquero se quedó muy quieto. Luis vio su mano saliendo de la manga de la túnica: ¡Era un esqueleto! Se precipitó muerto de miedo fuera del bote y saltó al agua. Al mirar hacia atrás, no vio más que las negras aguas del lago.

La niebla se disipó, y se encontró frente a una cueva. Había antorchas a ambos lados de la entrada, por lo que se introdujo en ella. Las antorchas, colocadas en las paredes, iluminaban la cueva. Esta, se estrechaba a medida de que avanzaba, hasta el punto de tener que arrastrarse para continuar. Sudaba, tenía plapitaciones, pero ya le era casi imposible girarse para volver. La desesperación, amenazaba con atraparlo, pero entonces, le fue más fácil avanzar, y poco a poco, la cueva se fue ensanchando de nuevo, hasta  llegar a una amplia estancia. Miró aliviado a su alrededor: ¡Se encontraba rodeado de chocolate!,¡estalactitas de chocolate blanco colgaban del techo, sobre un río de chocolate líquido que rodeaba rocas de chocolate negro entre paredes de chocolate con almendras y pasas!
- " ¡Chocolate, con lo que me gusta!" - Pensó, entonces se dio cuenta de que estaba hambriento, y se puso a comer frenéticamente.
Cuando ya no pudo comer más, siguió avanzando por la cueva de chocolate.Llegó a una estancia más grande, donde, sentados en cómodas tumbonas, encontró a varias personas. ¡Estaban terriblemente gordas!, y sólo se movían para alargar su mano y coger un trozo de chocolate que se llevaban a la boca.
- perdone - le dijo Luis a una de ellas - ¿Que sitio es éste?
- ¿Que sitio? - le contestó éste con la boca llena de chocolate - ¡El Paraíso!, sólo tienes que tumbarte y comer todo lo que te apetezca.
Luis se quedó confuso.
- ¿Y no hacéis nada más?
- ¿Hacer?, ¿Qué otra cosa se puede hacer?
- Pues.........no se, pasear, pintar, jugar a fútbol....
- Para eso tendría que salir de aquí........y tendría que bajar unos kilos para pasar por la cueva.........y para eso tendría que dejar de comer............¡no,no,no!
El hombre alargó la mano y siguió comiendo.
Luis miró a su alrededor, el chocolate tenía una pinta estupenda, y se puso a comer de nuevo.
- ¡Oye!, tienes tumbonas libres, coge una - le dijo el hombre, señalándolas.
Luis se dirigió hacia allí, pero se paró en seco. - "¿Qué estoy haciendo?" - pensó - "si sigo comiendo, ¡no saldré nunca de aquí!
Dio media vuelta, y corrió entre el suculento chocolate, luchando contra el embriagador aroma que le obligaba a  detenerse. Luego se arrastró por el estrecho pasadizo, y salió aliviado a la luz del sol.

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