Cuentos para contar.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Mi amigo el globo

Le conocí por casualidad; no era uno de esos globos que flota en el aire, y que si no lo sujetas con un cordel, se van por el cielo hasta quien sabe donde; no, era un globo normal, ovalado y de color rojo. Como ya he dicho, fue una casualidad que el viento le arrastrara hasta mi algodón de azúcar, y se quedara pegado en él. Estaba en la feria, con mis padres, y todos reímos al verle  intentando escapar de la pegajosa trampa.
Desde entonces no nos separamos; le até un pequeño cordel, que a su vez enrollé en mi muñeca. No me dijo su nombre, así que le llamé Bryan, me gusta como suenan los nombres ingleses. Nos íbamos a pasear al parque, al cine, a andar en bici,................, pero me daba la sensación de que no era feliz, así que le dibujé una sonrisa con un rotulador; -"así está mejor"- pensé al verle sonreír.
Pero sabía que en el fondo, envidiaba a esos globos de helio, que se elevan y elevan hasta perderse de vista; ¿a donde irán?; él, siempre a merced del viento, o del movimiento de mi mano..............
Pasó el tiempo, y Bryan se iba deshinchando poco a poco, como todo los globos. Decidí volver a hincharlo, ¡con el aire de mis pulmones!. Desaté el nudo de su parte inferior, ¡y salió disparado de entre mis manos! cruzando erráticamente  el cielo, y emitiendo un agónico silbido que se apagó al quedarse sin aire. Luego cayó en picado al suelo. Lo recogí con un nudo en el estómago, y soplé en su boca una y otra vez. Bryan empezó a recuperar su forma, y cuando alcanzó el tamaño de su entorno, le abracé con el corazón hendido. Le até de nuevo a mi muñeca, y entonces, sucedió algo extraordinario:¡Empezó a elevarse!, tiraba de mí con todas sus fuerzas, ¡Quería que le dejase ir!, ¡y que fuera con él,...................!; y me dejé llevar.
Alcanzamos la copa de un gran roble, y seguimos ascendiendo; las golondrinas jugaban alrededor, las palomas huían asustadas. Llegamos hasta unos cúmulos; todo se volvió blanco y fantasmal. Hacía frío, y nos abrazamos con fuerza. Al salir de las nubes, el sol nos calentó de nuevo con sus rayos, y nos dirigimos hacia él, no sin antes deslizarnos por los anillos de Saturno, saludar a la Luna, que nos invitó a queso, o jugar al escondite en los remolinos de Júpiter.
El sol nos recibió radiante, como siempre, y volvimos a la tierra, montados en la cola de un cometa.
Al llegar a casa, nos despedimos. Bryan añoraba su libertar, y ahora era dueño de su destino, por lo que solté el cordel de mi muñeca,..................., y le dejé partir, allí donde van los globos. Mientras se alejaba, veía en su boca la sonrisa que le dibujé, y supe que una parte de mí iría siempre con él.

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