Cuentos para contar.

martes, 16 de julio de 2013

La canción que nadie quería escuchar

Una maldición había caído sobre la pequeña aldea de Jisbüm; todos los años, coincidiendo con el solsticio de invierno, el sol se oscurecía por las alas de cientos de dragones que inundaban el cielo, sembrando el  terror con sus lenguas de fuego.

A Juan, un buen día, se le ocurrió una canción, y emocionado por su belleza, fue a cantársela a su madre.
- ¡Mamá, mamá!, tengo que cantarte una canción que se me ha ocurrido - le dijo, tirando de su falda.
- ¡Ahora no Juan!, los dragones están a punto de llegar, y tengo mil cosas que hacer. Luego me la cantas ¿Vale? - Le dijo, mientras iba a la cocina para sacar la olla del fuego.
Desilusionado, Juan fue donde su padre, que se encontraba en la forja, afilando una espada.
- ¡Papá, papá!, escucha esta canción que me acabo de inventar.
Empezó a cantar ante la indiferencia de su padre. El grito del filo sobre la piedra que le arañaba, le hizo desistir.
- ¿No puedes parar un momento? - le dijo Juan.
- No hijo, los dragones no van a esperar a que cantes tu canción..
"¡Qué rollo de dragones!", pensaba Juan malhumorado.
Entonces vio a su hermano Eric, que practicaba el arte de la esgrima con un muñeco de paja en el bosque cercano.
- ¡Eric, Eric!, ¡Soy un genio!,¡escucha ésta canción que he compuesto! - Gritaba Juan mientras corría hacia el bosque.
- ¿Tú un genio? - le respondió. - ¡Anda enano, vete a jugar con tus muñecas, que los hombres tenemos que matar dragones! - Y arremetió contra el muñeco con dos certeras estocadas.

"¡Son todos unos imbéciles!", pensaba Juan, mientras subía  la montaña de Balar, desde cuya cima, se extendían diminutas la aldea y las preocupaciones.
Mientras subía, cantaba su canción a pleno pulmón, sin ver la horda de dragones que a sus espaldas sobrevolaba la aldea.
Al llegar a la cima, se sentó en una roca cansado. De repente, escuchó un aleteo sobre su cabeza, alzó la vista, y descubrió aterrado a cientos de dragones, que espectantes, clavaban sus ojos negros sobre él.
Instintivamente, Juan cantó su canción ante tan temible público. Al terminar, los dragones movieron sus grandes alas, y se fueron como inmersos en un trance.

Desde entonces, todos los años, coincidiendo con el solsticio de invierno, el mejor cantane de Jisbüm, sube a la cima del monte Balar para cantar a los dragones la canción de Juan, ¡aquella que nadie quería escuchar!.


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