Cuentos para contar.

viernes, 10 de junio de 2016

Nassem y las gafas mágicas (3)

Algo increíble sacudió los monótonos y grises días del campamento; un afamado director de cine fue allí para filmar escenas de un documental que estaba realizando. El director, en bermudas y chaleco, daba instrucciones al cámara y a los técnicos de sonido, que se afanaban en su labor ante el tumulto de curiosos que se agolpaban alrededor de ellos. Nassem, que se encontraba a unos metros, vio como el director llamó a alguien de entre la gente; se trataba de Abdul. Le dijo unas palabras, y subieron los dos al helicóptero en el que había llegado el famoso director, alzando el vuelo y ahuyentando a la muchedumbre con los remolinos que levantaban las hélices.
Nassem se llevó la mano al bolsillo donde llevaba las gafas mágicas, y como se había imaginado, no estaban allí: Abdul se las había robado.

La situación de los refugiados Sirios no cambiaba, por la indiferencia de los mandatarios europeos, Y la vida en el campo de refugiados de Lesbos se volvía cada vez más insostenible. Pero Nassem no se rindió, y saliendo del círculo vicioso en el que habían caído la mayoría de sus compañeros, se propuso ayudar a las personas que le rodeaban en todo lo que pudiera. Así, llevaba comida a una anciana que casi no  podía andar, cuidaba en la enfermería a un hombre enfermo que no tenían a nadie que le acompañase, e incluso enseñó a leer y escribir a un niño huèrfano como él.
Al cabo de un tiempo, fue enviado a una casa de acogida junto con otros niños huérfanos, y allí fue adoptado por un matrimonio alemán, que cuido de él e incluso le procuraron estudios. Fue a la universidad, donde estudió derecho, y cuando se licenció, fundó una asociación para ayuda a los refugiados de guerra, que tuvo un gran reconocimiento internacional por la intensa labor que realizaba Nassem.
También conoció una chica con la que se casó y tuvo 2 hijos, formando así la familia que había perdido en el bombardeo.

Nassem se encontraba dando una conferencia sobre derechos humanos en la universidad de harvard. Cuando terminó, entre los aplausos  y el reconocimiento del público, se le acercó un hombre de su misma nacionalidad, que escondía su rostro marcado por los excesos en unas gafas oscuras.
- Nassem, hermano, ¿Me recuerdas? - le dijo.
- ¡Abdul!
- Veo que te va bien.
Se dieron un emotivo abrazo.
- ¿Qué me cuentas?
Abdul se quitó las gafas; vio en sus ojos el cansancio y la derrota.
- No me ha ido tan bien.
- ¿No ganaste un Oscar?
- Si, el director que me descubrió en el campamento de refugiados me dio un papel en una de sus películas, y si es cierto que gané un Oscar, y me hice muy popular,pero caí en las drogas y el lujo, sabes, podía conseguir todo lo que quería..............pero no sabía en realidad lo que quería. Veo que tu si.
- ¿Puedo ayudarte?
- No, no, gracias. Quería devolverte algo.
Abdul sacó unas gafas del bolsillo de su cazadora, cuyo estuche reconoció al instante, y se las dio.
- No me han servido de mucho. Perdona.
Y se marchó con lo mirada baja.
Nassem abrió el estuche, y  sostuvo las gafas en su mano un instante. Luego las guardó y se las metió en el bolsillo. Nunca más volvió a ponérselas, no le hizo falta.



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