Cuentos para contar.

miércoles, 5 de marzo de 2014

El juguete fantástico

Detrás de una roca, Juan observaba a la rana, que hinchaba y deshinchaba el cuello como si se hubiera comido un globo. Se arrastró por la tierra, protegido por altas hierbas. Un par de metros le separaba de ella. Se incorporó; el chasquido de una rama fue como un resorte, que hizo saltar a la rana fuera de su alcance. La siguió por un cañaveral, hasta un claro, donde se levantaba, protegida por las cañas, una pequeña casa de madera. Abrió curioso la puerta, y entró; unas luces de colores se encendieron, una alegre música circense empezó a sonar. Miró a su alrededor sorprendido; la estancia parecía más grande por dentro que por fuera. En su interior, se encontró una inmensa y extraña maquinaria que ocupaba toda la estancia: Enormes ruedas dentadas movían pistones que proyectaban líquidos de colores por un entramado de tuberías circulares; bombillas que se encendían y apagaban por aquí y por allá emitiendo toda clase de ruiditos simpáticos; paneles de botones y manivelas; palancas que salían del suelo;........................... Contempló fascinado todo aquello, se acercó, y apretó un botón: Unas poleas se movieron, haciendo elevar una plataforma, que al coincidir con otra, hizo rodar una bola, que cayó en un balancín, cuyo extremo encendió un interruptor, que puso en funcionamiento un ventilador, que hinchó un globo, que explotó cuando su superficie alcanzó la punta de un alfiler,..................................... Apretó otro botón, y algo completamente diferente empezó a suceder. Pasó el resto de la tarde, y de las tardes de aquel caluroso e inolvidable verano, combinando y recombinando las infinitas posibilidades de aquella fantástica máquina.

Con la cabeza apoyada en la mano, miraba sin ver los planos del nuevo proyecto que debía presentar ante la junta de accionistas al día siguiente. "Una estúpida tostadora" - pensaba Juan. Se levantó y sacó dos cafés bien cargados de la máquina de cafés. Iba a ser una noche muy larga. La alarma del móvil le despertó. Levantó la cabeza del escritorio - ¡Dios!, ¡me he dormido! - exclamó, echando el dolorido cuello hacia atrás; esbozos de un sueño se iban difuminando en su mente: Luces, botones, compuertas que se abren y cierran, fluidos de colores,............, era el mismo que se repetía todas las noches últimamente. A sus 30 años, Juan se podía considerar un triunfador. Con 20 fue contratado por una prestigiosa empresa de electrodomésticos como director de proyectos e innovación, al terminar la carrera de ingeniería técnica entre los mejores de su curso; estaba casado con el amor de su vida, y tenía 2 guapos e inteligentes hijos. ¿Qué más podía pedir?
- Señor Aresti, le traigo el billete de avión - le dijo su guapa secretaria.
- ¿Qué billete?
- El del vuelo a Italia.
- ¡Ah si, la conferencia!, gracias Patricia.
Una pequeña ola de aburrimiento perturbó el calmoso y predecible lago en el que se había convertido su vida. Miró indolente el billete; "La Toscana, Italia, ¿No era allí donde veraneaba de niño con mi familia?" pensó. Por un momento, fue ése niño, persiguiendo ranas y lagartijas en el bosque; pero enseguida, el lago recuperó la calma.

Se tumbó cansado en la cama del hotel, después del largo vuelo. Mañana repetiría las mismas palabras, los mismos gestos, que tantas y tantas veces había pronunciado y hecho: " ¡La tostadora de microondas: La última revolución en desayunos y meriendas!" Se sentía más un vendedor que un verdadero innovador; su curiosidad hace mucho tiempo que se limitaba a saber lo que sucedería en el próximo capítulo de su serie de televisión favorita.
Al día siguiente, la conferencia transcurrió como tantas otras; los mismos chistes, las mismas preguntas, los mismos acuerdos en el bar con distintos personajes,................... Después, cogió un taxi para volver al hotel. Miraba distraído por la ventanilla, cuando el corazón le dio un pequeño vuelco. - ¡Pare! - le gritó al taxista. A un lado de la carretera, había un cartel no muy grande ya ajado por el tiempo: "Hostal Paraíso: Sus vacaciones familiares en plena naturaleza". Una flecha situada debajo, indicaba que estaba a 200 metros de distancia. Bajó del taxi y siguió la flecha. Por su cabeza pasaban imágenes de su infancia, aquellos calurosos días de playa y excursiones campestres con la familia. ¡Y allí estaba el hostal Paraíso, tal como lo recordaba! - ¿Señora Luisa, es usted? - le preguntó a una anciana que dormitaba en el porche.
- ¿Perdone? - le contestó sobresaltada.
- Hola, soy Juan, Juan Aresti. De niño venía a veranear aquí todos los años con mi familia.
- Juan............Juan, ¡aquel pequeño diablo que me llenaba la casa de ranas y lagartijas!
- ¡El mismo!
- ¡Cómo pasa el tiempo!
- ¿Tiene alguna habitación libre?, resulta que estoy de paso, y estaba buscando alojamiento.
- Habla con Martina, mi hija, yo ya no tengo edad para los negocios.
- ¿Martina?, ¿Aquella niñita resabiada?
- Ahora es toda una mujer, y con carácter, como su madre.
Entonces apareció Martina, y los 3 recordaron viejos y buenos tiempos ente vasos de vino y empanada.

Aquella noche, Juan durmió a pierna suelta en el hostal Paraíso. Al día siguiente, después de un abundante desayuno casero con pan tostado y mermelada, fue a dar una vuelta por los alrededores. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan relajado y vivo. Llegó a un pequeño estanque; al lado, se extendía un cañaveral. Avanzó entre las cañas, a medida que una pequeña emoción se asomaba en su interior, hasta dar a luz un recuerdo sepultado por el tiempo. Allí, en un claro, se encontraba la cabaña en la que años atrás, descubrió la fascinación y el misterio del mundo. Abrió la puerta, que se desencajó, levantando una nube de polvo. La humedad enmoheció en un momento sus recuerdos. Un desolado paisaje de tubos oxidados, cristales rotos, y marañas de cables, le devolvió a la realidad; el tiempo y la naturaleza, habían hecho bien su trabajo. Recorrió con la vista el ruinoso espectáculo. Cogió una manivela del suelo, y la encajó en un panel, girándola pensativo. "-¿porqué no........?" - pensó - ¡vamos allá!
Al día siguiente, alquiló una furgoneta y se acercó al centro comercial más cercano, donde compró toda clase de herramientas y materiales de construcción. Pasó los días siguientes en la cabaña del bosque. La paz del estanque se rompió por el ruido de martillazos, taladros y alegres canturreos. Pasaron 3 meses; abrió la puerta de la cabaña, una luces de colores se encendieron, una alegre música circense empezó a sonar, enormes ruedas dentadas movían pistones que proyectaban líquidos de colores por un entramado de tuberías circulares,.................................................. ¡Allí estaba de nuevo: La máquina,......................y la fascinación!

Juan no se conformó con reconstruir la máquina; dejó su trabajo, y fue con su familia a vivir a la Toscana. Allí, dedicó sus excelsos conocimientos técnicos en mejorar y ampliar la máquina, y así, la pequeña cabaña de madera, se convirtió en el parque de atracciones más innovador y fascinante de Europa, al que miles de personas iban a visitar, ¡y a disfrutar y disfrutar...............................!


2 comentarios:

  1. O sea, que terminó por no inventar nada. Me gustaría saber la historia de quien hizo la máquina original. Todo un adelantado a su tiempo, por lo que leo.

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  2. Interesante propuesta...............¿un tal Leonardo Da VInci quizás?

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